Siglo y Segundo se encontraron en el País del Tiempo y comenzaron a hablar de aproximaciones a lo eterno. He aquí su breve circunloquio:
Siglo.- Hola, amigo Segundo, veo que sigues tan volátil como es normal en ti
Segundo.- Hola, amigo siglo, yo veo que tú estás tan estático como siempre.
Siglo.- Si. Pero yo tengo una importancia histórica que tú nunca alcanzarás.
Segundo.- Ya. Sin embargo más importante es ser mucho más vitalista que tú.
Siglo.- ¿Qué dices?. En mí siempre perdura la Razón.
Segundo.- Pero en mí siempre late el Corazón.
Siglo.- Tú no eres nada para mí. Eres demasiado pequeño.
Segundo.- A mí no me importa para nada tu falsa grandeza. Es puro arcaísmo.
Siglo.- ¿Llamas falsa grandeza a estar incluído en las páginas de los grandes libros?.
Segundo.- ¿Y tú llamas pequeñez a ser parte íntima del pálpito universal?.
Siglo.- Tú sólo eres viento.
Segundo.- Tú sólo eres ceniza.
Siglo.- ¿Qué me dices, Segundo?. Yo soy importante para los historiadores.
Segundo.- ¿Qué me comentas, Siglo?. Yo soy importante para los filósofos.
Siglo.- Yo soy importante para los economistas.
Segundo.- Yo soy importante para los artistas.
Siglo.- Yo soy importante para los científicos.
Segundo.- Yo soy importante para los enamorados.
Siglo.- A mí me analizan los sabios humanos.
Segundo.- De mí se alimentan las savias humanas.
Siglo.- Yo soy medida trascendental para la existencia.
Segundo.- Yo soy esencia fundamental para la vida.
Siglo.- Los longevos me sacan provecho.
Segundo.- A mí me sacan provecho los efímeros.
Siglo.- Un longevo que vive cien años… !cuántas historias tiene para contar!.
Segundo.- Un efímero que vive un segundo… !cuántos sueños tienes para sentir!.
Y así terminó la breve charla entre Siglo y Segundo. Éste siguió su espasmódica carrera por el eterno camino del País del Tiempo mientras aquel se quedó sentado, esperando cien años justos, para dar otro paso más por el mismo eterno camino.