No sabía que yo sabía. Estuvimos en el mismo aula. Ella junto a una amiga; yo algo más atrás, junto a la ventana con un crital medio roto y que nadia ha cambiado. Marta me sorprendía con sus ojos, con sus pendientes, con su manera de aproximarse a todo lo vivo. Me enamoré sin darme cuenta, y cuando descubrí que era muy fuerte la sensación, dejé que se quedara en mi memoria. Marta me ignoraba, como ignoraba a todos. Ella bajaba del mismo autobús y sorprendía al personal riéndose a carcajadas. Marta dejo de venir. Simplemente ignoró, siguió ignorando que alguien, quizá muchos estábamos prendados de su risa.