Recuerdo tu mirada en medio de un oceano inmenso.
Siento tu mano en la oscuridad nocturna, mientras la nave vá, las velas hizadas nos deslizan en medio de la noche, el mar casi negro brilla en nuestro camino.
Las velas se hinchan con un viento que empuja el velero y lo hace volar sobre las olas.
A veces aumenta la velocidad de tal manera que nos tumbamos de costado y entonces parece que patinamos sobre enormes montañas liquidas.
El agua susurra cuando golpea el casco del barco, con una cadencia que transmite sosiego en medio de la poderosa fuerza del viento.
Cruzamos la noche en medio de la nada. Solos en el mar, bajo la celestial cúpula estrellada, durante horas, dias, solo nuestro velero en medio del inmenso mar.
Cuando rompe el dia, la noche se retira despacio dejando espacio a una luz malva, amarilla, misteriosa que se abre paso con un paciente dominio.
El dia vuelve a nosotros y los dulces azules se entremezclan con las blancas nubes que rasgan su espacio inmenso.
Entonces tambien la mar se vuelve casi blanca de momento, misteriosa, lenta, para poco a poco recuperar sus tonos lilas, marinos, cefiros.
Coincidiendo con el albor, el viento aumenta su fuerza durante un tiempo. El tránsito entre la oscura noche y el luminoso dia parece detenerse por unos instantes.
Despues todo vuelve a ser oceano dominante, olas siempre diferentes empujandonos en nuestra estela..
Nos abrazamos y parece envolvernos una piel propia del universo. Un nuevo dia vuelve para quedarse.