Un gallo a lo lejos rompe el cielo, rompe mi sueño. Me veo de nuevo inmerso en la realidad. Mi realidad. Frente a mi pasa el tiempo, la vida, tirado en mi cama, con las cobijas desparramadas y un frío que me cubría. No era físico, era interno. Mi mirada se perdió vacía. Muchas veces lo he sentido, ese frío, ese vacío, ese hueco. Como si yo no perteneciera a ese lugar. Como muchos días y aunque mi cara disimulaba, era imposible ocultar la insatisfacción, de estar en este lugar.
Este lugar, lo defino como el espacio-tiempo, que llevo de paso en el mundo, siempre lo comparé con una burbuja de gas diminuta en un vaso de cerveza, que desde el fondo, comienza su vida y mientras sube a la superficie, vive, para encontrar al final, el mural al otro mundo, un mundo distinto al que ya conocía y que al pasarlo, la burbuja forma parte de la inmensidad.
Ese día fui al trabajo, a uno de esos lugares que la modernidad le gusta llamar “call center” siempre pensé que es algo capitalista, agringado, por decirlo así. Muy monetario.
La verdad es que el día pasó rápido y tranquilo, como todo viernes. Muy callado con el sentimiento aún dentro, escurrí las horas. Rumbo a mi casa, por las calles de San José, en medio del estrés, el smog y las masas de personas caminé. Como si fuera hacia ningún lugar, lento, pensativo, ignorado, como un fantasma, un muerto viviente. A mi alrededor el ambiente estaba agitado y apurado, como en cámara rápida. A mi casa llegué de noche y justo que llegué todos salían, a sus cosas, sus mundos. Aprovecho para tomar papel y lápiz. Con ellos hago lo que me gusta y salpico el papel con mis monstruos y sombras, de esos que la gente llama “problemas”. Después de un rato, llegó a mi mente el silencio y detrás, el aburrimiento. En la casa vacía brindé con nadie lleno de alegría y me fui. Salí a la noche. Las calles ámbar, (por las luces de los postes), me guiaron (como Dorothy en el Mago de Oz) hasta un bar. En la calle vi a muchos y todos ellos me vieron, mas no me observaron. De nuevo sentí ese vacío, ese sinsabor de forastero en el espacio-tiempo “No supe que hacia allí” Simplemente no encajaba. Me di cuenta que todo estaba al revés, que no era yo el muerto viviente. ¡Eran ellos! Pero no lo sabían, y yo, en todo ese desierto, era solo un coyote.
Felicidades Hacaria, gracias por compartir tu texto
Bezzotes
profundo este espacio-tiempo que relatas con gran sensibilidad. Los muertos vivientes y el ser vivo latiendo… muchos besos para tu amada Costa Rica.