Sonreir es una cosa que se hace con la cara para…

Entró en la pequeña habitación de su hermana, la luz aun quedaba en el exterior, en la gran casa donde vive el Sol caliente frío en invierno; de rayos bondadosos que todo lo iluminan, cuando así es y no hay nubes generosas.
Subió la persiana suavemente y comenzó a entrar en silencio el solitario Sol con sus rayos casi invisibles. Antes la persiana era levantada con brusquedad…de mala gana, pero eso era cuando convivía con su hermana. En el ambiente ya se notaba ese algo que facilita la libre respiración y el libre pensamiento.

La ausencia de la mala energía se empezaba a notar, la densidad de antes ya empezaba a evaporarse.

¡Sin luz no hay color! dijo alguien.
A medida que iba apareciendo la luz en la habitación por acción del solitario Sol, lle-gaba nacía el color; con el suave marrón de la desocupada y polvorienta superficie de la mesa.
La silla vacía, sin nadie, con nadie sobre el asiento de tela oscura un poco rasposa, don-de se chafan los bolsillos de atrás de los pantalones, que muy posiblemente lleven escon-dido algún paquete de tabaco.

En un estante quedó. Olvidado fue. Un bote vacío. Comprado en alguna tienda de ob-jetos de regalo para ambientes casa, donde cuesta sonreír, he ahí la trampilla para el ne-gocio.
Sobre su superficie de bote vacío había un dibujo, una burla en forma de caricatura, riéndose de no se sabe qué su hermana debe estar al corriente.

Claudia iba recorriendo con la vista desnuda de lentes gafas y puentes, toda la superfi-cie de la habitación que afortunada o desafortunadamente acababa de dejar libre su inso-portable hermana mayor menos mal que marchó.
En un estante se veían en posición vertical. Eran lomos de libros, tres, cuatro…cinco, no importa los que sean; libros de la interesante e interesada industria de la autoayuda y crecimiento personal con un poco de ánimo para hacer algo de caja, porque parece ser que… un poco de ánimo de lucro no hace… daño. Sus títulos, sus subtítulos, sus portadas, hermosas seducciones, para sugerir aquello de “pasen, pasen y disfruten”.

Sobre la pared, también en posición vertical, una lámina rebelde y traviesa, Anti-algo, Contra- algo, Pro-algo…, una especie de caricatura, de ironía. Proclamando. Quejándose o vendiendo que hoy día se hace negocio de casi todo, y no sólo económico, también ideo-lógico, deportivo, televisivo, religioso, anímico, cultural…contra cultural… Todo es nego-ciable, excepto lo que no es negociable.

La mente contenta de Claudia pudo levantar su mirada mental del mensaje de esa ca-ricatura y abrir el armario de su antipática hermana Beatriz, Bea para los amigos y tam-bién para las amigas, aspecto cosa fundamental e importante.
Lo primero que vio era la foto… ¡Aquella foto! De inmediato su piel tuvo una erec-ción, epidérmica, del tipo “se me ha puesto la piel de gallina”.

Seis, siete, nueve años antes atrás, eran muy amigas además de hermanas, y la fotogra-fía enmarcada hablaba de esa amistad, que como la vida misma fue temporal, una amistad condenada al fracaso, pero esa instantánea, esa foto, quedó como testigo de cargo o de descargo.
Ambas hermanas se fueron la una de la otra. Esto es se distanciaron, quizá sea cierto eso de que hablar verdades incomoda. No se querían. Parece ser que los sabios bebes no aman a nadie. Para saber que es el amor, el otro amor, te has de sentir querido, querida, mejor si aun eres una niña, un niño.
Quizá sea cierto eso de que saber escuchar no es lo que parece, cada día y noche sabe-mos lo terriblemente bello y difícil que es escuchar con sabiduría.
¡Siempre luchando y peleando por dar o quitar la razón a alguien! ¡Siempre luchando interiormente por tener razón en algo aunque sea en mis equivocaciones! Y siempre de-jando el temible escuchar para mañana a las ocho que es cuando abren, pasado mañana, el año que viene. El fin de semana no porqué está cerrado. Y el otro tampoco porque hay puente de madera.
Siempre sintiéndonos identificados con algún personaje crucial o que hacemos crucial, que nos va a salvar.
Claudia intentando ser la hija preferida de su papá y Beatriz luchando por ser la hija preferida de su mamá. Y el contrato de amistad…, caducado y sin renovar. ¡No existen agentes personales que nos orienten en el camino de ser bueno en algo! O quizá si existan y tengan la oficina cerrada por eso del inventario ese que dicen.

Claudia de pie mirando, ante una simple foto y su símbolo, lloró, parecía el momento oportuno, para bien o para mal nadie la vio. Tenía derecho lacrimógeno a llorar, los pa-ñuelos siempre ayudan desinteresadamente. Luego la basura, y papel desaparecido.
¡Llorar y llorar! Posiblemente en aquella casa también eso estaba prohibido. Quien manda, manda, aunque mande mal, según asegura el presidente.

Tan sólo una hora antes de reloj en marcha, esa habitación estaba ocupada, a modo de particular cuartel general desde el que se inicia y confecciona una guerra fría.
Familia dividida, como un puzzle, que aunque esté montado conserva las líneas que-bradoras y de fractura, de ruptura.
¡Cuidado con los Puzzles! cuenta esta ley de la real casa de las advertencias.

La otra parte de Claudia no claudicó, se alegró. Pura satisfacción en su corazón, en su rostro. Egoísta sí, egocéntrica no.
Por fin se acabaron las tensiones enmudecidas por el miedo que nunca podía salir ex-presado. ¡Desgarradora represión! ¡Triste libro de familia!
¡La ley de la libertad de expresión queda prohibida, hasta que me echéis de casa! Se decía en el ambiente. Se daba a entender en el crispado ambiente. Y si hacia falta se arreaba un puñetazo en alguna puerta ya golpeada, o se pegaba un grito, de los que dicen aquí impongo yo. ¡Como esas dictaduras corruptas también existentes a escala doméstica y familiar!

Beatriz madre, llevando a Beatriz hija, a algún Aeropuerto, Puerto o Estación de lo que fuese. Pero llevándosela. ¡Un billete, por favor o sin favor, pero un billete!
Dirección: lejos. Punto kilométrico: lo más lejos posible. Sólo Ida. Para una persona y su mala leche. Tiene tanta mala leche que se lleva todos los cántaros.
Quédese con el cambio, yo ya me he gastado demasiado dinero en tratamientos y tera-pias útiles o inútiles, que a simple vista quedan muy bien puestas y te ayudan a huir por un tiempo.

Ya debían estar en el aeropuerto o donde fuese que sirviese para que se llevasen a al-guien lejos, lo más lejos posible. ¡Ya no podemos más! ¡Déjanos en paz, para que curemos las heridas!
Se estaba preparando una purificación familiar. Un potente y brusco tratamiento por ausencia urgente de alguien que proyecta una pesada energía. ¡Cuidado conmigo que muerdo! Decía la chica esa, con mala leche.

La ropa de la cama estaba alisaba.
Una vida llena de desórdenes y la cama alisada, así era Beatriz, o Bea para amigas y amigos.
El contrato de comunicación entre ambas ya finalizó, pero ninguna de las dos había leído la letra pequeña.
Claudia salió de la habitación, estaba triste y rabiosa. Y no sabía con exactitud cual de esas emociones era la primera y cual la segunda.
No se habían despedido. ¡Que bien! ¡Que mal!
No tenían relación en esa situación familiar incómoda y tensa.

Se acabaron las fuertes discusiones entre Beatriz y quien fuese… y Claudia escuchando, asustada, al otro lado de la casa, bien lejos, encerrada en su habitación con la puerta sin llave, con el corazón veloz y angustiado, disimulando que ella podía con…, haciéndose la fuerte y segura de sí misma, fingiendo que sabía aguantar ante esas escenas tan escabrosas, poniendo cara y respiración de pacífica, esperando que la tormenta pasara, sin saber cuando volvería a tronar y relampaguear. Auto engañándose intentando engañar a sus prejuicios, lográndolo.

Pero por fin todo eso acabó, llegó la paz. Algún tipo de paz. Se acabó el truco del disi-mulo.

La musculatura del rostro quería volver a la posición de risa y sonrisa; durante cinco años, hacer ese pequeño gesto con la cara había estado prohibido en esa casa; las órdenes venían de Bea. Beatriz para los enemigos y enemigas.

En la casa volvió la luz natural, volvió a corretear el aire fresco. Se acabaron las luces negras en fondo oscuro. Y los portazos también llegaron a su final, desaparecieron por esa puerta rota a golpe de nudillos sonrojados, a punto de llamar al ambulatorio donde tratan las inflamaciones.
Mientras tanto, en el interior de algún avión o lo que fuese, Beatriz sentada, con desti-no a un lugar lejano, donde hubiese enemigos para domesticar, amigos para pisar, pisotear.

Ella es astuta y manipuladora, y a buen seguro encontrará el modo de abusar y aprovecharse de alguien y salir adelante con éxito. Así es Beatriz, vacía por dentro y saturada por fuera. Siempre consigue lo que quiere.

Por lo visto,
Hacer las cosas mal,
Es mucho más, más…
Fácil.

La frase predilecta de Beatriz. Bea para los futuros y próximos amigos…Y luego, más tarde, a su debido tiempo, sus victimas.

Un comentario sobre “Sonreir es una cosa que se hace con la cara para…”

  1. Muy original. Tocas asuntos de los que me han gustado reflexionar algunas veces. El tema me parece interesante. De acuerdo en que la forma se puede mejorar pero tiene mucho contenido sentimental dentro de la dura tragedia. Un abrazo cordial.

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