Deberías verme hoy aquí sondeando la madrugada con ojos de lechuza que apenas distinguen. En este mi refugio, en mi claustro la atmósfera se torna densa con sólo recordarte. ¿Sabes que sucede a menudo, que se ha vuelto una constante? Ah, esta absurda melancolía, evocando recuerdos lejanos que no hacen más que acentuar mi malestar. Yo no debería estar aquí solo escribiendo tonterías, reviviendo momentos y refiriendo las crónicas de un pasado lleno de tormento.
Nuestra historia es la más triste y corta que se pueda contar, con ella demostramos, tú, noble mujer; yo, simple hombre; que unas cuantas horas bastan para perpetuar en la memoria de los enamorados, para fijar en la mente un suceso tan extraordinario. Tuvimos desde el primer momento, en aquél coincidir de nuestras sendas un poco del favor de los diioses y contábamos, además, con el beneficio de ser reconocibles el uno al otro. En tu frente llevabas la marca y pude reconocerla. (Y era aquella señal, la misma del sueño).
Todo fue encontrarse y reconocerse, tomarse. Sé que fuimos breves y que faltó entregarnos, que nuestra cruel ignorancia acabó por cegarnos dejando a la pasión de lado, invisible a la vista de ambos. Dimos en cambio alas al orgullo y poder al olvido: a las cinco me ignorabas, a las seis te desconocía y hasta las doce -ya separados- nuestras horas de benevolencia volvían. Volvían y con ellas los sueños, los anhelos, el mutuo deseo y un febril, inmenso sentimiento, aquél que surgiera de nuestro primer encuentro, de nuestra primer mirada y primer contacto.
Siete horas…una cada día. Para conocerte bastó una sola y en la segunda ya dabamos a Eros de que hablar. Fuimos Dionisio y Afrodita en las manos de Cronos queriendo huir, presurosos, a la cima de nuestro irreal Olimpo. La más brutal, la séptima de nuestras horas, se aproximaba lenta pero dispuesta a devorarnos; mientras, el juego hipócrita e infame, de querernos y no querernos.
Y sucedió. El tiempo dió fin a nuestra miseria en fatal confabulación con el destino. Nos perdimos. Y de realidad, nos volvimos mito.
Al final lo conseguiste querido amigo, el viejo Cronos no pudo devorarte los recuerdos, y esta historia será eterna en tu memoria.
No lo vivas como una tortura si no como una victoria,nuestra vida esta llena de pedazos que el tiempo no pudo digerir y que perviven en lo mas profundo de nuestra alma.
Duele amar lo que no es tangible pero tambien ese amor es incorrupto,disfruta de esos maravillosos recuerdos pero ten cuidado de no perderte en tu particular Odisea y vuelve pronto a Ítaca, antes de que sea demasiado tarde.