Stephen King, Rabia* (fragmento)

Cordura.
Uno puede pasarse la vida diciéndose que la vida es lógica, prosaica y cuerda. Sobre todo, cuerda. Y creo que así es. He tenido mucho tiempo para pensar en ello. Y siempre vuelvo a mi memoria la declaración de la señora Underwood antes de morir: “Así, se entiende que cuando aumentamos el número de variables, los axiomas en sí no sufren cambios.”
Estoy realmente convencido de ello.
Pienso, luego existo. Tengo vello en la cara, luego me afeito. Mi esposa y mi hijo se encuentran en estado crítico tras un accidente de coche, luego rezo. Todo es lógico, todo es cuerdo. Vivimos en el mejor de los mundos posibles, de modo que opnme un cigarrillo en la izquierda, una cerveza en la derecha, sintoniza Starky y Hutch y escucha esa nota suave y armoniosa que es el universo dando vueltas tranquilamente en su giroscopio celestial. Lógica y cordura. Como la coca-cola, la vida es así.

Sin embargo, como tan bien saben la Warner Bros, John D. McDonald y la Long Island Dragway, existe un Mr. Hyde para cada feliz rostro de doctor Jekyll, una cara oscura al otro lado del espejo. El cerebro tras esa cara nunca ha oído hablar de hojas de afeitar, plegarias o la lógica del universo. Vuelves de lado ese espejo y ves tu rostro reflejado con una siniestar mueca, medio loca, medio cuerda. Los astrónomos denominan a la línea entre la luz y la oscuridad “el terminador”.
El otro lado del espejo demuestra que el universo tiene la lógica de un chiquillo vestido de vaquero en la noche de Halloween, con las tripas y la bolsa de caramelo esparcidas a lo largo de un kilómetro de la Interestatal 95. Es la lógica del napalm, la paranoia, las bomas en la maleta de esos árabes felices, el carcinoma fortuito. Esta lógica se devora a sí misma e indica que la vida es un mono sobre un palo, que gira histérica y errática como esa moneda que se lanza al aire para decidir quién paga el almuerzo.
Nadie mira ese otro lado a menos que sea preciso, y lo entiendo perfectamente. Uno lo mira si un borracho sube a su coche en plena autopista, pone el vehículo a ciento sesenta y empieza a balbucear que su mujer le ha abandonado; uno lo mira si un tipo decide cruzar Indiana disparando contra los chicos que van en bicicleta; uno lo mira si su hermana dice: “bajo un momento a la tienda y vuelvo”, y la mata una bala perdida en un asalto. Uno lo mira cuando oye hablar a su padre de cortar la nariz a mamá*.
Es una ruleta, y quien afirme que el juego está manipulado no hace más que lamentarse. No importa cuantos números haya, el principio de esa bolita blanca no sufre cambios. No digáis que es absurdo; es todo muy lógico y cuerdo.
Y esa naturaleza extraña no sólo se halla en el exterior, sino tambien dentro de uno, en este mismo instante, creciendo en la oscuridad como un puñado de setas mágicas. Llámala la “Cosa del Sótano” o el “Zorro de las Melodías Animadas”. Yo lo concibo como mi dinosaurio privado, enorme, viscoso y lerdo, que recorre a trompicones los hediondos pantanos de mi subconsciente sin encontrar un hoy de brea lo bastante gran para caber en él.

*En un párrafo anterior, el protagonista narra como, estando de acampada con su padre y unos amigos, estos se emborrachan y conversan a grandes voces. En tal conversación, escucha afimar a su padre que si encontrase a su mujer con otro, le cortaría la nariz, como hacian los indios, para hacerle un “segundo” agujero de manera que todo supiesen lo que había hecho.

Aclaración aparte, he de decir que recomiendo abiertamente esta novela a cualquiera, aunque no suela ni guste de leer al señor King. De hecho, a mi no me atrae demasiado ni he disfrutado de sus novelas (sólo ésta y Carrie), y me requetencanto! Un saludillo

2 comentarios sobre “Stephen King, Rabia* (fragmento)”

  1. Has mostrado un fragmento de una novela de mi escritor favorito. Tengo todos sus trabajos y he de decir que me enganché desde hace ya unos 27 años.
    Gracias por mostrarlo y compartirlo.
    Un abrazo.

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