Brotó una lágrima en su rostro,
de blanco y salado como el mar,
se hirió la pupila en su angosto,
largo y duro su maldito caminar.
Marcó sus labios hundidos,
con un pedazo de pan,
la llave había perdido,
de su esperanza mortal.
Calló una lágrima en su mejilla,
nada me hizo reaccionar,
caí al suelo de rodillas,
y mi voz se puso a temblar.
Mezcló la tierra su ira,
con ganas de vomitar,
sangre de las heridas,
almas que no saben volar.
Vi que no había comido,
en días o en meses, quizás,
todo esto se había podrido,
por su gran llanto y su malestar.
Apenas había vivido,
el tiempo y su libertad,
y ya la habían cohibido,
de su precioso manjar.
F.J.D.