Tecla Magica (Continuacion )

Al cabo de una semana, en que la rutina académica regresaba a su ritmo oficial, el profesor Deviene, cruzando el jardín para adentrarse en el edificio, advirtió que a unos metros, bajo la sombra de un árbol, había un alumno sentado, como desconectando del horario o quizá del brío escolar, del asedio escolar.
El profesor se miró el reloj y acto seguido se acercó a ese alumno, antes de llegar a su vera hizo algo muy poco común en él ¡Preguntar si podía sentarse allí…! ¡Era la primera vez que aquel hombre valoraba el espacio vital de un alumno…! Incluso otros alumnos que se adentraban a la escuela y veían aquel hombre allí sentado, en el jardín de la escuela, con otro estudiante, miraban con rostros de sorpresa.

El profesor -que ya tenía permiso- buscando estar al mismo nivel que aquel alumno, se sentó sobre la tierra, bajo el árbol. Era la primera vez que ese hombre compartía un tiempo de ocio con un alumno. Nunca antes había tenido esa actitud tan natural y normal.
“¡Sabe usted Claudio!… No tengamos duda de que este señor profesor se sintiera como desarmado…Al profesor parecía costarle charlar distendidamente- continuó diciendo, yo tampoco tenía amigos en la escuela, me perseguían y me pegaban, no estudiaba, ni sabía hacer nada.

Profesor y estudiante iniciaron una conversación. El estúpido espíritu de Yo sé más que usted, había desaparecido- Dígame una cosa ¿Qué música era esa que usted interpretó la semana pasada?
Era Blues
¡Nunca la había escuchado! ¿Cómo aprendió a tocar de memoria?

Claudio se mostraba tranquilo, no se le veía asustado ante un individúo al que la música estaba transformando.

Le contaré la pequeña historia que hay detrás de esto.
¡Cuente, cuente! Le escucho.
Mi padre y mi madre apenas tenían para nuestro sustento, así que mi padre me colocó en un bar de un amigo suyo, yo iba por las tardes.
Yo era un niño grande; durante un tiempo, para guardar un poco las apariencias, hacía tareas de limpieza en el interior de la cocina, así no se me veía demasiado.
En ese bar había un piano, y venían músicos aficionados a tocar y consumían algo. Y otras veces los mismos clientes de siempre sacaban o descubrían su lado musical.
Una tarde, entró el hijo del jefe, y estuvo por allí hasta la hora de cerrar, cuando la clientela se hubo marchado le dijo a su padre que aquellas músicas dejaban dormida a la gente que entraba, y mi jefe le confesó que era cierto. El local parecía más una especie de salón para hacer la siesta…

Hasta que un día entraron tres individuos que por su aspecto parecían mendigos, y pidieron algo para comer. A lo que mi jefe preguntó si le pagarían.
Ellos no respondieron a la pregunta, pero dijeron que a cambio, al día siguiente conseguirían otras ropas y vendrían a tocar la música que ellos conocían. Mi jefe aceptó y aquella noche les dio de comer gratis, aunque luego me confesó que no se había creído nada.”

A la noche siguiente, el local estaba tranquilo, había algunas mesas libres.
De pronto aparecieron los tres hombres, sus ropas eran diferentes y se veían limpias. Uno llevaba una guitarra, mi jefe quedó sorprendido. Charlaron unos minutos, les dijo que se prepararan.
En ese bar, quien quería y tenía un cierto de talento se ponía al piano y tocaba libremente. Con cierta frecuencia venía una persona y lo revisaba.
Venían muchos estudiantes, cuando era necesario se hacía una lista de todas las personas que se iban animando, y cada cual se sentaba y tocaba un rato y luego otro y así sucesivamente, medio en serio, medio en broma.

La gente, no acostumbrada a tres músicos a la vez, al ver tres personas preparándose para tocar, empezó a inquietarse, miraban con cierta curiosidad, en esos momentos el murmullo de la gente hablando descendía, se notaba curiosidad…

Uno de ellos al piano, otro con una guitarra acústica, y otro con una harmónica. Nada más empezar la música, la gente dejó al local en mudo silencio. Era Blues. Era otra música, muy poco difundida. La gente empezó a girar la cabeza en dirección al escenario, en el local nació un entusiasmo, pocos segundos después empezaron a llevar el ritmo moviendo las manos. Era una música animada y tranquila. La gente de la calle se paraba en la puerta a mirar. Muchos empezaron a dar golpecitos sobre la mesa, para llevar el ritmo

Y yo por allí, viendo aquel hombre tocar de aquella manera tan diferente, medio escondido detrás de unas cajas, con la piel de gallina.

Ahí empezó todo, cada semana venían, hice amistad con ellos, y cuando la gente se iba, el pianista me enseñaba, yo me fijaba y al principio lo copiaba para saber donde colocar los dedos, el me iba diciendo las teclas que debía ir tocando, como si fuese una secuencia de posiciones de mano. Memorizando cada juego de posiciones, primero una mano y luego la otra, y más tarde ambas, hasta lograr que se entendieran, mientras una iba y venía hacia un extremo del teclado, la otra se movía o más despacio o mas rápido, y así sucesivamente, lo importante era que jugaran juntas, sin molestarse, memoricé muchas combinaciones

Continuará….

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