Tentaciones

Hablemos de tentaciones que encandilan… ¿cómo combatir sus efectos nocivos pero placenteros?. Nutriéndonos adecuadamente contra sus excelencias, para quedar longevos. Para eso es indispensable darse un baño de color como tratamiento ante el poder de sus ojos (juego tan peligroso que si caes en él te quedas más congelado que si estuvieses viviendo en la Vía Láctea). Hay que mostrarse como los salvajes celtas: matar desenvainando a fondo y atacar en esa temporada en que ellas caen como fruta madura… que es mejor estar lozano que quedar atrapado en las redes de sus juegos peligrosos que te dejan enterrado en medio de las noches nórdicas. ¿Y qué son las noches nórdicas?. Son la peor manera de combatir la soledad.

A las tentaciones hay que saber leerlas para saber interpretarlas y poder superarlas. Es mejor irte a pasear con un amigo por el centro de la ciudad siguiendo la línea recta del humo de un cigarrillo redentor (sin tragar para nada sus venenos) y, en ese momento, seleccionar la mejor de tus imágenes y erigirte en dueño de ti mismo: jugar a dormir.

Los mejores modos para superar el arte de las tentaciones es obviar la pelea y jugar a ser “sinconcientes”… porque si le das al coco y te haces demasiado consciente puede caer pronto en la inconsciencia y luego ya es demasiado tarde para corregir. Por ejemplo, si vas por la calle no te pongas la montera taurina, sino que te haces pasar por un turista tailandés y dices no entender nada. O irte por los cármenes gitanos para vender ilusiones a los niños y esperanzas a las niñas y ponerte a jugar con ellos o con los ancianos y descubrir parajes de sierras ignotas y desconocidas donde ellas (las buenas chicas) juegan a ser princesas (que en Madrid sí quieren ser princesas y olvidad viejas canciones sesentonas) y vosotros jugáis a que sois piratas del pacifismo y, callados y en silencio (para no alborotar a las comadres murmuradoras) jugar con ellas a que estáis en el País de las Fantasía. Todo esto es válido. Todo menos pasear con la montera taurina por la calle de Los Peligros. Que para Valverdes basta y sobra con ser un buen ciclista… para deslumbrar a las buenas chavalas de turno. Las otras… las de la acera del “más allá” de nuestros juegos es mejor obviarlas… dándoles el “pase de la muerte” (o sea alejándoos por las calles adyacentes del laberíntico paisaje madrileño). Y si os asaltan por la gran vía de vuestras existencias haced como Curro Camino: matad pronto y salid del coso a toda velocidad (aunque os vituperen u os insulten por ello). Esto quiere decir: ni caso a las tentaciones, que las princesas os esperan en los balcones de los castillos de la Ilusión y es mejor que os llamen niños a terminar con un galopante trauma de incurabilidad… sidosa o algo por el estilo. Ya está.

Que Jesucristo os ilumine en vuestra sabia decisión…

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