Nadi3e se conforma con lo que tiene y Washington se ha adjudicado la Nueva Política Nacional del Espacio, aunque todas las naciones vivan bajo el mismo techo y compartan el mismo sótano astral. Ese derecho, acordado por unanimidad entre ellos solos, incluye la posibilidad de vetar a sus enemigos terrícolas el acceso a la carrera espacial. Parece un capítulo de una novela de Ray Bradbury, pero el texto acaba de escribirlo el Gobierno de George W. Bush. Las cosas del espacio van despacio, pero existe un claro intento de acelerar los trámites. Por encima del aguacero y junto a las calladas constelaciones se están produciendo intereses que hay que proteger,en vista de que se le está quitando intimidad al cielo, donde antes se suponía que habitaban los muertos que se habían portado bien durante su residencia en este planeta suburbano.
Quizá el interés por las altas regiones empezó cuando algunos países se dieron cuenta de que va a llegar un momento en el que aquí no habrá quien viva. será necesario mudarse, dijeron las naciones más avanzadas, al final de los telescopios. Mandaron allí una perrita llamada Laika, a ladrar personalmente a la Luna apátrida. Luego fue un mono, a trenzar su hilo interminablemente erótico junto a la Osa Mayor. Le siguieron los cosmonautas ingrávidos, vestidos de buzos. La perfección técnica le restó épica a la aventura. Hasta el punto que sigue resultando más emocionante la Conquista del Oeste que la Conquista del Espacio. Ahora todo gira en torno a la nueva política del Imperio. También ahí arriba van a verse militarizaciones y fronteras. Hay satélites cuya pertenencia se ha registrado bajon notario y la propiedad es sagtrada. Que nadie clame al cielo. Se llenará de barrotes y barras junto a las estrellas.
(Artículo escrito por Manuel Alcántara en el diario La Verdad, columna “Vuelta de hoja” del día 20 de octubre de 2006)