El político y escritor británico Benjamín Disreali, que vivió a caballo entre los siglos XVIII y XIX, dejó escritas para la posteridad algunas frases verdaderamente muy importantes y significativas. Una de ellas la he encontrado al abrir la página de Vorem esta mañana, porque está recogida en esa serie de frases célebres que aparecen en la cabecera del Vorem. Es una frase sencilla pero muy humana a la vez y tiene un gran contenido sentimental. Se refiere al primer amor que los humanos conocemos en nuestra vida y dice así: “La magia del primer amor consiste en nuestra ignorancia de que puede tener fin”. Me ha hecho meditar durante el día de hoy y ahora me pongo a daros a conocer mi opinión sobre el tema que, por supuesto, es una opinión personal y parte de la base de que cualquier ser humano, hombre o mujer, puede estar de acuerdo con ello totalmente, puede estar de acuerdo parcialmente, puede estar en desacuerdo con algo de lo que expongo o puede estar en desacuerdo con todo. Porque Vorem es especialmente querido por todos gracias a su libertad de expresión y libertad de sentimiento. Por eso es grande Vorem y por eso es patria mía.
Paso a exponer mi reflexión sobre la frase de Benjamín Disraeli. Para empezar hay algo en lo que concuerdo totalmente con él. Y ese algo es que el primer amor es siempre algo mágico… porque yo opino que tiene mucho de inexplicable y en él juega un papel más importante la espontaneidad que cualquier artificio mental. Ese primer amor que todos y todas hemos sentido y vivido cuando todavía éramos tan tiernos como para no pensar nada más allá que en el amor mismo es algo que nunca jamás vuelve a repetirse con la misma cualidad. El primer amor es la magia del primer encuentro con otra persona a la que hacemos única e irremplazable. El primer amor es la magia de un descubrimiento totalmente sorpresivo y sorprendente y en ello no interviene para nada la razón sino la simple naturaleza de los humanos.
También estoy de acuerdo con Disraeli cuando señala que el primer amor es una ignorancia. Por supuesto que es una ignorancia. ¡Pero bendita ignorancia!. Es esa ignorancia que surge de lo más hondo de nuestro corazón y no se plantea divagaciones ni alternativas. Durante el primer amor se ama ignorantemente pero, a la vez, con una total entrega de todos nuestros sentidos en su aspecto más noble y sincero. No es una ignorancia negativa. Es una ignorancia positiva. Porque a partir del primer amor es cuando empezamos a descubrir y aprender a amar.
También es cierto que en muy pocas ocasiones el primer amor entre dos seres humanos se consolida como el único de nuestras vidas. Lo más normal y lo más común es que el primer amor se acabe, se diluya, se desvanezca. Muy pocas personas en la Tierra afianzan el primer amor como el único que experimentan en sus vidas. Es por eso por lo que Disraeli afirma que la ignorancia en el primer amor es que no sabemos que puede tener fin.
Y aquí es donde comienza mi reflexión discordante. Aquí es donde yo, con perdón por mi atrevimiento, corregiría la bonita frase del político y escritor inglés, porque estoy seguro de una cosa que he podido comprobar en todos los casos en que he hablado con hombres y mujeres sobre el primer amor. Este tema lo he tratado muchas veces con amigos, con amigas y con personas desconocidas con las que he tenido comunicación interpersonal en alguna ocasión. Todos los hombres y todas las mujeres que han hablado conmigo sobre este tema y a todos los hombres y a todas las mujeres que he tenido ocasión de oír su opinión o la he leído en novelas, artículos de prensa o cualquier otro medio de comunicación están de acuerdo en que el primer amor nunca se olvida. Jamás se borra de nuestra memoria por mucho que pasen los años o por muy felices que nos encontremos en nuestro matrimonio o con nuestra pareja. Jamás se olvida el primer amor. De esta afirmación (que también ocurre en mí mismo con la experiencia que tuve sobre mi primer amor) deduzco algo que no coincide plenamente con lo dicho por Disraeli. Él dice que puede tener fin. Yo ahora estoy plenamente convencido de que el primer amor, como nunca se olvida por lo que tuvo de mágico y soñador, no tiene nunca fin. Si después de la muerte de un ser humano no existe nada más es entonces cuando tiene fin el primer amor. Pero mientras dura la vida en esta Tierra el primer amor de cualquier hombre o de cualquier mujer no tiene fin. Por eso me atrevería a corregir la frase de Benjamín Disraeli y la expresaría de la siguiente manera: “La magia del primer amor consiste en nuestra ignorancia de que jamás tiene fin”.
Bueno. Dejo esta reflexión a la libre opinión de quien la quiera y tenga interés de comentarla en Vorem o simplemente comentarla con sus amistades. Pero no quiero cerrar este texto sin plasmar otras dos frases célebres que conozco sobre el primer amor. En primer lugar, la que expresó Bernard Shaw. Shaw dijo que “el primer amor es una pequeña locura y una gran curiosidad”. La segunda pertenece a Antoine de Saint Exúpery y dice así: “Al primer amor se le quiere más, a los otros se los quiere mejor”. Frases también que darían cabida a otras sendas reflexiones.
Para cerrar el texto pienso que un hombre o una mujer quiere a su primer amor más que a cualquier otro y a su pareja definitiva (hombre o mujer) más que a nadie. Parece una contradicción pero la dejo para que penséis en ello. Tiene explicación muy natural. Y es que sobre el primer amor y sobre cualquier otro amor posterior siempre hay una explicación muy natural incluso aunque sea un amor de verdadera locura. Siempre el amor tiene una explicación aunque ese amor sea calificado hasta de insensato por quienes lo analizan desde fuera de los dos seres que se aman.
Ahora que tengo tiempo voy a reflexionar algo, con libertad total y por mucho que se empeñen en no querer oírlo los “de siempre”, porque para eso tengo el permiso de Jesucristo, y es que en mi caso particular (y no paso a analizar los casos ajenos porque sólo puedo opinar de mis experiencias) el primer amor que tuve es, precisamente, mi actual esposa, la única esposa que he tenido en la vida y que la tendré hasta la Eternidad (por mucho que se me enfaden “los de siempre”). Se lo pueden creeer o no creer (ese no es mi problema) pero mi primer amor (o sea mi único amor verdadero es mi esposa) me enamoró nada más nacer cuando yo tenía 7 años de edad. No es para mí importante que me crean o no me crean. Lo que me importa es la verdad de mí mismo y mi senceridad y no engañar como hacen ellos (aunque se enfaden “los de siepre”). Así que afirmo rotundamente que el primer amor, cuando se trata de “amor noble” no es ninguna locura sino producto de un sueño donde intervienen todos nuestros sentidos físicos y espirituales. Aclaro que los “amores libres” (con los que jamás estaré de acuerdo) sí son producto de locuras todos ellos. El “amor libre” es producto de locura. El “amor noble” es producto de lucidez. Y si nuestro primer amor es noble (le puede ocurrir a muchas personas como yo) es totalmetne producto de la lucidez de todos nuestros sentidos porque proviene del sueño espiritual. Luego discrepo por completo de Beranrd Shaw o por lo menos el citado Beranrd Shaw debió haber sido sincero y no tan falso y haber hecho esta explicación de saber distinguir entre el “primer amor noble” y el “primer amor libre” así que como nadie se ha atrevido a decirlo porque nos les interesaba decir la verdad lo analizo y lo expongo yo. El “primer amor libre” no sólo es locura sino suciedad espiritual, mientras que “el primer amor noble” no sólo lucidez sino limpieza espiritual; se pongan como se pongan “los de siempre” que bien sabemos todos ya quienes son; o sea, los drogatas, los que se van con mujeres distintas a las suyas, los que se emboraachan, etcétera. Y si se enfadan que se enfaden. Yo sé que tengo chavales y chavalas que están leyéndome y que están de acuerdo conmigo y sea cual sea su número eso es para mí suficiente. Porque esto de que “el primer amor noble es producto de un sueño lúcido y con los ojos abiertos inteviniendo todos los sentidos” jamás lo voy a negar sino a defenderlo a ultranza; porque esa ha sido mi propia experiencia.
Paso a la seguiente frase; la de Antoine de Saint Exúpery: es totalmente falsa. Al primer amor (y hablo del “primer amor noble”) siempre se le quiere mucho más que a cualquier otro amor posterior. Ahora bien si Saint Exúpery se refiere al “primer amor libre” (o sea al sucio “amor libre”) entonces estoy de acuerdo con él. Luego tanto la frase de Bernard Shaw como la frase de Antonine de Saint Exúpery que ellos las proponen como absolutas son completamente relativas. Entiendo perfectamente a los del “amor libre” y por eso huyo de todo “amor libre” y defiendo por completo al “amor noble”. Una vez ya aclarada mi propia visión personal, subjetiva e intransferible, doy por cerrado el tema, porque paso a escribir otro texto.
Ciertamente creo que tu idea parte de un plano diferente a la idea del autor que cita la frase. Me explico, dices que el amor primero jamás tiene fin, pero en ese sentido te refieres a que jamás desaparece de nuestro recuerdo, cuando yo supongo que el autor se refiere a que hay un final en esa relación. Visto así, si tiene final. Por eso en nuestro primer amor ignoramos que pueda tener fin, un fin de ver a esa chica, un fin de que seáis amigos, un fin de esos encuentros de amor. Quizá lo ignoremos por propia ignorancia, quien sabe, pero quizá tambien sea fruto del miedo a que se acabe esa relación.
En cuanto a las otras frase el primer amor es una locura y una gran curiosidad, cierto. En cuanto a la segunda sé de esa teoría de que queremos más a nuestra primera relación pero no sabría decirte con exactitud… supongo que el tiempo dirá…
Llevas razón ismail en eso de que físicamente el primer amor, cuando se desvanece con el tiempo, tiene un final… pero yo me refería, aceptando esto, que hay otra manera de entender el primer amor y que se basa en que nunca desaparece de nuestra memoria. En este sentido, entendiendo que siempre perdura en nuestro pensamiento, es por lo que enfocaba el asunto diciendo que no tiene final. Las dos maneras de enfocarlo son verdaderas. Un abrazo y muchas gracias por tu comentario.