Toda mi luz te llevas
al despertar en el jardín cerrado
con la madre naturaleza de tus palabras
en este tu cuerpo revolucionario
donde mis verbos crean lo lejano
y lo hacen vivo en tu voluntad.
Sonámbulo vagar este de mis sueños
pensando en tu cuerpo apasionado
entre mis letras de fuego al rojo vivo:
una llamarada de amor incandescente
en la penumbra de toda la luz fugada.
Entra el viento del jardín en mis olvidos
de otros labios, otros besos, otros cuerpos…
y bajo el cielo de este albor de vida,
con toda mi luz ya en tu alcoba,
yo, igual que un pozo en el desierto,
lleno tu alma de savia verdecida
para hacer de tu cuerpo un oasis
y de tu sueño un recuerdo con aroma.
Toda mi luz está en tu presencia
más allá del límite de mis palabras
y el infinito del verbo amar
se adentra en tu cuerpo como un rio
de sangre caliente y de memoria.
Recuerda, mientras mi luz te llena de esperanza,
aquel tiempo vencido en las batallas
y yo, perdedor perpetuo de otras lides,
me convierto, con mi luz en tus entrañas,
en el único vencedor de tu combate.
Soñando… siempre soñando por la alameda
de este ventorrillo donde hundo
mi pluma en el centro de tu pecho
y enuncio un amor de trascendencia
más allá de las derrotas ya olvidadas.
La muerte se me hace infinita
para ser sólo la vida del mañana
y así, eterno en este mundo,
soy la herencia del saber y la distancia;
pero… ¿en dónde está ese espacio
en el que me hago perenne en tus sueños?.
Duermes. Duermes desnuda entre mis brazos
y yo, en el límite infinito de tus labios,
me convierto en huella de este alba
que tiene toda mi luz en tus pupilas.