Todo fue un entrar en tu vida.

Todo fue un entrar en tu vida
formando versos con palabras
que amaba desde el recóndito escondite
de los ojos mirando al alba.
En medio de mis manos y mi alma
una distancia se acortaba ilimitada
y mirando la luz del horizonte
ideas mil… mil canciones…
se fueron desgajando de mi mente.

Aunque la historia niegue sus principios
lo mío fue un abrir la mirada
y extenderla, suavemente ardiente,
por la llanura del sentir y tu presencia.

Era la luna la que me traía
lluvia de ecos lejanos tras los montes
y al amanecer de cualquier momento
todo fue un dejar que se crecieran
las imágenes del sueño blanco.
Y cubrir con letras de insomnio
el descansar manso entre las flores
ideadas por mi propio estar.

Tan sólo comenzaba a rayar fronteras
para pasar ligero sobre ellas
y trazar el mapa de mis emociones.

Todo fue un sentirse abierto
en el éter del espacio indetenido
y saltar las cercas del olvido
para ser… para estar…
para beber siempre de la fuente
donde la ninfa jugaba sólo a ser niña.

Y entre sueños de infancia entretejida
para detener el tiempo de mi ansia
sentí que todo era ser yo siempre
el que amaba rastros de poemas.

Tornando mis manos a ser calientes
sentidos del reloj de la existencia
me fui acercando a las estrellas
para sentir sus luces y sus destellos
entrando raudas en el lecho
donde mi corazón dormía lentamente.
Y lentamente… como un comienzo
de sed en los verbos del mañana
me fui sabiendo la memoria
de todos mis sentidos ya presentes.
Ausentes…
las horas del día avanzaban
en el solar de la sola inexistencia.
Existiendo esta vida de renuncias
aparté las sábanas, y el vuelo
de tu musa surgió de entre la nada
que ya era algo más que una presencia.

¡No te vayas… no te vayas…
pero embarqué con rumbo de gaviotas
por las finas arenas de tus playas!

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