Silencio. Silencio absoluto. Silencio total. Silencio inaguantable. Hasta, a veces, silencio sentimental. Silencio. Por todas partes silencio para poder meditar. Silencio aplastante. Un asfixia silenciosa recorriendo la espina dorsal de cada uno. Silencio incansable. Silencio para continuar. Suma y sigue del silencio. Continuará…
Todos fuimos maestros en el tiempo pretérito. Silencio en nuestros ojos guardados. Silencio. Silencio objetivo. Silencio fundamental. Todos fuimos maestros del silencio mientras alguien dictaba y ordenaba su sabiduría. Silencio universitario. Silencio universal…
En el universo de nuestras edades los amores difusos, licenciosos, que había que callar. Silencio. En la pizarra nadie escribía nada… salvo una mano invisible. Silencio para poder entrar en el silencio…
Todos fuimos maestros de las tardes, maestros de las noches, maestros del andar, despacio y somnolientos, de algún bar en otro bar. Silencio ante las barras. Silencio en el más allá de los vasos. Todos fuimos maestros mientras alguien enseñaba su momento singular. Alguien como todos. Guardar silencio. Eso era la lealtad. Un silencio insoportable. Un silencio sobresaliente. Un silencio para no molestar. Cabalgaban los jinetes. Había que callar…
Escondido entre sus libros alguien recogía apuntes. Silencio nada más. Todos fuimos maestros que debíamos de enseñar. Silencio sobre los pupitres. Silencio general. Filosofía del silencio. Había que estar en las aulas sintiendo el silencio en tus espaldas clavando sus ojos de cristal que penetraba su silencio con mayor profundidad. Silencio. Había que soportar el dedo de las acusaciones. Silencio. No se podía hablar…
Escribo breves poemas. Silencio verbal. Sólo algunos gestos para poder avanzar. Amores sin licencia alguna. Todos fuimos maestros del silencio. Silencio hasta para amar. Declive de los 70. Aurora de los 80 nada más. Silencio. Nuestras señas de identidad. Canta autores de la mentira. Silencio. Silencio para caminar, bajo lunas madrileñas, lo que había que desarrollar…
Todos fuimos maestros de aquel enorme afán por aprender, en silencio, lo que había que ocultar… Silencio. Silencio y nada más. Silencio para vivir mintiendo. Líderes de la falsedad. Quizás. Silencio para ocultar. Todos fuimos maestros de aquel silencio absurdo. Silencio brutal. Alguien llora por las calles. ¿Qué más da? Silencio del disimulo. Hay que aparentar. Aquellos tiempos vividos es el pecado actual. Silencio de los cobardes. Silencio y nada más. Quizás escribir así sea mucho más ideal. No nombremos a Jesucristo. Silencio. Silencio que puede escuchar…
Silencio.