¿Recuerdas la manera en que reímos anoche?, fue tan maravilloso como tu ego. Anoche también podíamos sentir ese mágico olor a noche fresca, que nos lleva a cerrar los ojos y dejarse llevar por el miedo, ese miedo que te hace temerle a tu misma sombra, y levanta de un golpe tus mayores sueños dulces.
Cuando ya se hacía tarde comenzó a callar la habitación, dejando que la noche hablara sola, y que ésta relatara silenciosamente sus cuentos de amistades perdídas; yo levante mi copa hacía arriba, así cogiendo el negro licor nocturno.
La noche se despedía, comenzaban a caer fragmentos de madrugada en nuestros rostros, pero con esto, no quise lidiar, y te golpeé las ideas con una botella, pero tú no sangraste, si no que, solamente lloraste… si no te lo golpeaba yo, el tiempo lo haría de todas formas.
¿Sabías que la noche nunca termína en realidad?, debido a ilusiones que nadie entiende, ella nunca nos deja, para ayudarnos a entender nuestra ilusión, así entonces, ella siempre está pendiente de ti, viendote a los ojos, respirando tu aire y soplando en tu cuello.
Ella no es mala ¿sabías?, aveces ella se encarga de quitar tu mascara de piel petrificada, para evitarte fuertes dolores de alma. A veces la noche camina detrás tuyo, mordiéndote los pies como una fiera, pero es solo porque te acompaña protegiendote bruscamente.
Una traición, siempre desaparece, pero si míras bien a la luna, ésta estará ahí, como una lápida donde se enterró un secreto. Tu traición no la tomo como una desgracia, al final, es un felíz cuento de hadas, que no tuvo final felíz.
Yo soy tan traicionero, que me encargo de que un engaño tenga el dulce sabor que tiene la felicidad, la cual tú no puedes controlar sus riendas, ella es salvaje, tan salvaje como la pasión, la pasión de la hermandad.