A la plaza oscurecida
de aquel pueblo tan lejano
ha llegado un harapiento
y ahí quedó dormido.

Los niños camino a la escuela
lo ven y les da miedo
como no saben que es
asustados corren a sus casas.

Las madres enojadas
los llevan a la escuela
y al pasar por la plaza
ven el bulto de trapos viejos.

Ya entrado el medio día
las gentes de aquel pueblo
se preguntan que es aquello
si es malo o algo bueno.

“Es un bulto algo extraño
en la plaza desde temprano
después de la merienda
hemos de averiguarlo”.

Se acercan los curiosos
y antes de poder tocarlo
aquel bulto; algo extraño;
se mueve, tose, al fin despierta.

Los curiosos saltan,
el extraño solo bosteza
Quién y de donde es?
preguntas más preguntas.

Silencio…
el “bulto” se levanta;
tenía aspecto extraño
su cuerpo, cabeza, manos y pies
lo cubrían telas viejas.

“Me llaman Trapos,
no sé si pertenezco a algún lugar”
Sólo se le veía el rostro
inexpresivo, pálido, aún joven.

“Si lo permiten quisiera
quedarme aquí un tiempo”
Abrió sus pequeños ojos claros
y les sonrió a los curiosos.

Aquí tenemos un misterio
no es tan malo, dicen
tampoco es algo bueno…
sospechas, sospechas.

Pasan los días, sigue la vida
el extraño, no es ya un extraño
es el “Trapos” de la plaza
y aveces juega con los pequeños.

Pero un día otra ves el bulto
quedo inmóvil en la plaza
Trapos!Trapos! gritaron
pero nadie respondía.

Primero los niños se acercaron
entre los trapos viejos
buscaron a su amigo
cientos de retazos removieron.

Nadie estaba allí…
nada había, nada hubo?
nunca más nadie del pueblo
ha vuelto a ver su rostro.

Algunos de los niños
guardaron los retazos
como nostálgicos recuerdos
de los juegos y las risas.

Cuentan historias
de magia y aventura
de un tal “Trapos”
de un gigante muy extraño.

Que una vez allí apareció
y que todos lo quisieron
que algún día volverá
que solo debían aguardar.