Tres y un poco más no es, para mí, un número cualquiera. Tres y un poco más me sabe a número de partida de mus jugada en un bar madrileño de los aledaños de la San Bernardo: Carlos, Andrés, José Luis y un poco más envidando a la grande y a la chica, paso a los pares y una elevación de órdago al juego que sólo alguien acepta, de vez en cuando, en el momento en que la moneda está en el aire dispuesta a salir carao cruz. Una partida participativa donde el humo de los farias hace carambolas con la derecha que reparte las cartas y la izquierda que juega a hacer las señas orientativas.
Una partida de mus inolvidable. Así es la vida en general. Tres y un poco más de la tarde comenzada con un sabor a amigos debatiendo sobre el curso de la existencia. Tres y un poco más de la madrugada de los recuerdos más cercanos de lo que siempre se puede pensar.
Ahora, dos años después, rememoro y escribo en mi diario que “en la Sandoval hay amigos manejando los amarracos del mus de la vitalidad mientras el lejano Paco sonríe entre la memoria de un libro amarilleado por el paso de los vientos”… aunque de eso Carlos, Andrés, José Luis y un poco más no sepan de ello más que hay un calendario pegado en la pared donde se confirma que estamos en la primavera.
La vida se me representa como una partida de mus experimental. Con la grande transformada en la experiencia de todo el ciclo y la pequeña hecha experiencia de la cotidianeidad. Una partida donde el doble par es siempre tres y un poco más (porque nunca terminamos de ser completos por m´´as que lo intentemos) y donde se juega la treinta y uno, al treinta o al veintisiete aunque algunos deciden, desde el principio, alojarse en el no-juego de la marginalidad.
Y es que en el ámbito de todo lo conocido siempre queda el sabor de una copa de coñac deslizándose por la garganta mientras el número 31 está repartido de tal manera que nunca se sabe cual de los guiños será el verdadero. No importa. Nunca es tarde para comprender que tres y un poco más es un número más emotivo que cualquier otro del calendario numérico de nuestras existencias.