Sentí el pulso de tus palabras que arrullaban a mis ingenuos oídos.
Me levanté, te miré y morí.
Ya muerta te seguí mirando pero ya no me arrullabas,
sólo te veían mis ingenuos ojos.
Cruzas la puerta, te acercas y me hablas
nada oigo, nada entiendo.
Qué extraña magia -en mí- hicieron?
que voy siguiendo -del aire- los pasos
para respirar tus palabras,
porque rozaron los labios
donde nacieron
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Bonito Lauramina, un abrazo
Gracia Alexis.
Saludos