Mi madre es una muy experta amazona y yo me pasé toda la infancia rodeada de caballos. Soy de Madrid capital y vivo en Madrid capital. Por eso ahora no tengo ningún caballo en casa, pero he pasado mucho tiempo de mi vida en el pueblo jienense de mi abuelo materno que es un hombre que se dedica a la cría y venta de caballos. Por eso mi madre es una experta amazona y entre mi abuelo y mi madre me enseñaron a montar a caballo desde mi más tierna infancia. Y no solo a montar en ellos sino a convivir con ellos y desarrollar amistad y compañerismo con ellos. Para que eso sea interesante es muy bueno tener un caballo propio, un caballo que sepa que tú eres para él y que él es para ti.
De esta manera yo tuve por muchos años un caballo al que puse de nombre Adán. Adán porque a los caballos les gustan especialmente las manzanas y las zanahorias. Le puse por nombre Adán porque Adán fue el que probó la manzana de Eva de puro gusto que tenía por ellas (por la manzana y por Eva al igual). El caso es que los caballos, además de los forrajes, algarrobas y zanahorias, tienen por costumbre pensar que las manzanas son un alimento suculento y las devoran a mordiscos. Así que ahora que está tan de moda en Vorem hablar de las manzanas de Only y de Greko no tengo más remedio que recordar que mi caballo se llamaba Adán.
He leído con total entusiasmo el cuento de Diesel titulado “Del caballo de cartón al caballito de mar” que me ha parecido maravilloso, muy bien escrito y sencillamente genial en su contenido. Eso ha despertado en mí todas las vivencias que he pasado y sigo pasando con los caballos. Dice Alexis que lo más hermoso es pasear por las orillas del mar montando a caballo y es cierto. Es una de las cosas más bonitas de la vida.
Los caballos que yo he conocido eran todos inteligentísimos, saben recordar y memorizar excelentemente a las personas y a los lugares (nunca se equivocan en su caminar) y cuando olfatean la presencia de sus amos relinchan de felicidad. Hay que saber que los caballos tienen cuatro clases de relinchos diferentes para comunicarse con los demás. Uno de ellos es para demostrar alegría, otro para demostrar preocupación o temor, otro cuando están en celo y otro cuando se niegan a hacer algo porque son nobles y fieles pero también testarudos y cabezota. Es por eso que hay que saber muy bien domarlos a base de amor, cariño y palabras buenas. Tienen un oído sensacional y saben distinguir perfectamente los matices de las voces humanas. Saben cuándo se les elogia o cuándo se les regañan. Dicen que son los más inteligentes de los animales o uno de los que más. Estoy totalmente de acuerdo.
¡Cuántos caballos en mi alegre infancia!. Criaturas muy sociables (por eso existe cada vez más centros dedicados a la Equinoterapia o Terapia Aplicada con Caballos) nunca dejan de amar a quienes los aman. Para demostración de su inteligencia basta con observar a los caballos de equitación, a los caballos de danza artística o a los caballos de los rejoneadores. Lo que hacen es realmente inteligente.
Mi abuelo sigue dedicado a la cría y venta de caballos y ahora que he leído el cuento titulado “Del caballo de cartón al caballito de mar” ya voy a llamarle por teléfono para pedirle que cuando nazca el primer caballo macho (tiene que ser macho precisamente para ello) que haga el favor de regalármelo. Le pondré de nombre Diesel.
Por cierto. Mi padre juega bastante bien al ajedrez y me ha enseñado algunos principios elementales para jugar a este deporte-ciencia. Pues bien, pensando pausadamente sobre las piezas del ajedrez sin duda el caballo es la más bonita con mucho, es la más interesante y es la más original y libre porque es la única pieza que puede dar saltos sobre las demás piezas. No juego bien al ajedrez pero los caballos (blancos o negros indistintamente) son las piezas que más admiro y las que más me despiertan la imaginación. Estoy ya deseando que mi abuelo me regale a mi próximo Diesel para volver a tener un caballo propio porque un caballo es un amigo para toda la vida.
El mundo de los caballos es verdaderamente emocionante, Carolina. Mi padre también fue un excelente jinete y llegó a formar parte del equipo español de las competiciones de salto ecuestre (él era alumno del famoso Paco Goyoaga) y me enseñó a montar a caballo cuando yo era un niño. En cuanto a tu texto he aprendido cosas que no sabía, como esa de que los caballos tienen 4 maneras distintas de relinchar (para mostrar diversas emociones) aunque estoy seguro de que sabes que los caballos también un lenguaje propio a través de las diversas posiciones que ponen sus orejas. En lo respecta a mí te estoy muy agradecido por ese detalle de querer poner a tu futuro caballo el nombre de Diesel (sobre todo porque consideras a los caballos amigos para siempre y yo me considero también así con respecto a ti). Por último, leyendo lo que dices de los caballos del tablero de ajedrez, me pongo ahora mismo a escribir en una hoja lo que yo pienso sobre esas piezas en relación con las demás. Lo publicaré para todo el Vorem y de manera muy especial para ti. Un beso, Carolina.
Yo sólo he montado en burro en mi infancia, en un pueblo al que fuí en verano.
Pero me gustan mucho los caballos (bueno, casi todos los animales). Pero ahora que lo dices, es verdad: el caballo es la pieza más importante y más bonita del ajedrez, no sólo por sus movimientos sino también por la propia figura.
Enhorabuena por esa afición tuya. Dales un beso a tus caballos de mi parte. Y otro para tí.
Carolina suscribo cada palabra tuya, comparto tu pasión, con la diferencia de que yo nunca he tenido caballo y apenas he montado, es curioso pero como no se montar en un viaje que hice a Sevilla,me montaron en una bella yegua y lo alucinante es que me obedecia solo con la voz, la susurraba lo que queria que hiciera y lo hacia con gusto, tuvimos una especie de entendimiento muy especial, un besazo querida amiga