Luego llega una difícil transición literaria donde el chismoso marquesito Louis de Saint-Simon (insisto que no se debe confundir con el conde socialista Claude de Saint-Simon fundador de “sansimonismo”) aparece por todas partes y publica sus “Memorias” sobre la vida de los cortesanos y cortesanas (más realistas que las obras de La Bruyére y Fénelon, otros críticos de Luis XIV). Y, de pronto, aparece en las librerías el “Tourcaret” de Alain Lesage (un realista de inspiración española qua ya había publicado ·El diablo cojuelo” y “Gil Blas”) que, sobre todo, pregona sacar a relucir “la verdad de frente”. El “caso Tourcaret” conmovió al mundillo literario al igual que 40 años antes había hecho el “caso Tartufo”.
Lesage rompió con el siglo XVII porque escribía sólo para expresar lo que el pueblo llano debía saber sobre la vida que llevaba la alta clase social. Y todo ello va haciendo que se llegue al Reino de la Frivolidad (que vivió plenamente Sade). Este Reino de la Frivolidad vino a ser, en primer lugar, descubieerto por el “Manon Lescaut” del abate Adrian Prévost (1731) basado en costumbres y aventuras amorosas que llevaron a sus protagonistas (igual que había ocurrido con Romeo y Julieta y Eloísa y Abelardo) a ser mártires culpables.
Mientras tanto, en el teatro (una faceta muy importante en la vida de Sade) irrumpe otro autor significativo para el Marqués: Pierre de Miravaux (que con su lenguaje fluido y mesurado no oculta las reivindicaciones individualistas, el ansia de la libertad y la independencia personal).
Por otro lado, Montesquieu y Voltaire han iniciado ya su filosofía enciclopedista has que llegan Diderot y Rousseau. la obra de Rousseau (y su frase “la naturaleza hace del hombre un ser dichoso, pero la sociedad lo corrompe y le hace miserable”) penetra fuertemente en la mente de Sade y formuliza, a su vez. las inclinaciones de la pequeña burguesía hacia la Revolución. La alta sociedad y la nobleza están ya corruptas y en vías de liquidación.
En este ambiente corrupto es donde se desarrolla la infancia del Marqués de Sade que luego, ya en la edad adulta, recibió fuertes influencias germanófilas a través del romanticismo nacionalista de La Motte-Fouqué (“Ondina”) y sobre todo de Adalberto de Chemisso conocido principalmente por su famoso relato “Peter Schlemil, el hombre que perdió su sombra” (una especie de Fausto que vende su alma al diablo a cambio de la felicidad) y de los primeros inicios del ultranacionalismo alemán.