Cuando el trabajo de ubicar las acciones se transforma en vivencias, descubrimos que lo único que queda de nuestras existencias son aquellos recuerdos que más nos acercan a la eternidad o más nos alejan de ella. La vida puede ser un logro o una pérdida según hayamos comprendido su porqué y según hayamos entendido para qué fue fabricada por la Naturaleza. Corren ininterrumpidamente las horas de nuestro pensamiento buscando esencias que demuestren la realidad de sus interpretaciones. Para hallar esta verdad es necesario aprender que no son las horas lo más importante de nuestros relojes mentales sino los silencios de sus segundos. Eso es lo que define a la eternidad y eso es lo que demuestra que ésta es sólo un suspiro del posible o imposible dios que todos nosotros llevamos dentro. Lo otro, aquello que nos aleja de tener vida, es algo que permanece congelado en el ámbito de las inexistencias.