Imagino todo un escenario detenido por el tiempo, una pantalla congelada en donde tan solo yo pudiera ser consciente de la realidad.
Imagino tocando los rostros de la gente, los gestos últimos esperando a terminar y yo situada frente a todos, frente a gotas de agua que no llegaron a caer al suelo, frente a un inmenso reloj parado cuyas manecillas pedían un breve y efímero descanso a la eternidad, moviéndome suavemente entre la vida dormida.
Andaría por detrás, por delante de todos y todo cuanto me rodease en aquellos instantes.
Quizás descubriese una inmensa y simple proyección cuya imagen no fuese más que una enorme falsa visión en un enorme póster.
Rompería con mis manos el papel, lo despegaría con tal fuerza que nada volvería a su lugar.
Entonces tan solo quedaríamos yo y una gran civilización esperando a despertar para después ni tan siquiera saber que aquello nunca llegó a pasar y un fondo blanco, tan blanco como la hoja de un folio sin nada que expresar.
Crearía entonces un mundo nuevo, un mundo sin grises en el aire, un mundo con infinidad de colores para vestir cada espacio del alma, cada sed de nostalgia y cada anhelo de felicidad.
Entonces uno a uno iría soplando muy lentamente en la cara para así hacerles volver de un placentero sueño en donde lo malo dejó ya de existir.
Y la paz invadiría cada corazón de la tierra, alimentaría cada suspiro vació de soledad y yo seguiría mi largo camino buscando nuevos escenarios que romper y nuevas imágenes que pintar.