Una vida normal (por Olavi Skola y José Orero).

OLAVI SKOLA:

El peublo, la iglesia, la casa, todos estos eran para mí nuevos modelos de vida. Antes el trabajo había sido un mal necesario, una forma de sacar dinero para la noche loca del sábado. Mi generación era de esas que durante la semana sobrevivía, y los fines de semana “vivía”. Era la genración de las discotecas. Pero lajuventud del pueblo iba un poco atrasada, la gente vivía del trabajo, de la fe y para el hogar. Yo había vivido en un ambiente en el que estos valores básicos de la vida faltaban. Ahora estaba en un ambiente donde podía experimentar el ñoder restaurador de estos tres valores.

Experimentar al Espíritu Santo y la Gracia de Dios son el fundamento para comenzar ese trabajo profundo de restauración para ser hombres aptos para vivir y tabajar en sociedad. Poco a poco pude ir creciendo en estos modelos de una familia sana, de un trabajo responsable y d euna iglesia, viviéndolos en el sosiego que ofrece el campo, porque incluso en las iglesias de las ciudades se mete la prisa. En la tranquilidad del campo los sentimientos de cólera se fueron suavizando.

Los hogares crsitianos podrían ser verdaderos hogares de rehabilitación para aquellos que nunca han tenido un modelo de vida familiar, aprendiendo las responsabilidades que como miembor de familia te pertenece.

Quizás también tu hogar podría ser parte de ese itinerario para hacer válidos en esta sociedad a aquellos que Cristo Jesús ha hecho válidos para el Cielo. El camino para algunos es largo y pedregoso. No se apañarán solos, necesitan a su lado un bastón de apoyo, tú y tu familia podéis serlo.

Los tres primeros años de mi vida de creyente les pasé en este ambiente protegido; dos de esos años en la casa d ecampo de estos creyentes que, a la vez, fue mi lugar de trabajo.

En este hogar`pude ver la fe que resiste la prueba del sufriiento. La primera en cnvertirse en esta familia fue la madre, después d eunos duros años en oración se convirtió el padre cuya madre también era creyente. El padre había estado muy en ocntra de la conversión de su mujer, amenzándola con que la iba a quitar esas tonterías de la cabeza, pero la fe no pùdo ser arrancada sino que agarró al viejo que le estaba haciendo oposición.

Cuando en el pueblo edificaron la iglesia las primeras lágrimas que mojaron su altar fueron la de este hombre arrepentido. No mucho tiempo después de su conversión comenzaron años der sufrimiento.

Durante el verano se hacían reuniones en una carpa. Una tarde el padre y tres hijos tuvieron un momentoi de oración juntos. Después uno de los chicvos se marchó con su padre a montar la carpa mientras los otros dos, de 16 y 9 años, se fueron al lago a pescar. Los chavales nunca regresaron de esa excursión. La sepàración entre el padre y sus hijos fue en el mejor lugar posible, el altar de oración.

Llegada la noche, como no se oría nada de los chicos comenzó la búsqueda. A la orilla del lago enocntraron la barca vacía y una de las gorras flotando sobre las olas. El desesperado padre, junto con otras personas, estuvo vadeando el lago durante toda la noche. En uno de los momentos de descanso el padre oyó un coro de ángeles cantando: “si te das cuenta que el amor de mi corazón se está enfriando. dirígeme a la cruz”.

A la mañana siguiente los cuerpos de los dos chicos aparecieron en el lago. No existía consuelo para este aterrador momento. Tardaron años en reponerse de este palo. La Gracia de Dios y una vida centrada en Cristo curaron sus heridas.

Justo cuando se estaban reponmiendo de este golpe sufrieron un nuevo accidente. Reijo, volvía del ensayo de la fiesta de Navidad de su Iglesia con su hermano. Un coche que iba en zig-zag atropelló al niño. Al otro hermano le dio tiempo a apartarse pero a Reijo le llevaron inconsciente al hospital. En su hogar esa Navidad no se cenó ni se dieron regalos sino que se oraba día y noche. El 26 de Diciembre Reijo partió con el Señor.

Tres chicos fueron anticipadamente al hogar celestuial. Cuando yo llegué a esa casa había tres chicos y conco chicas en la familia.

Durante los años que estuve allí nunca oí ningún reproche ni puede apercibir nada de amargura hacia Dios por lo que había sucedido, aunque marcó un antes y un después en sus vidas. Para esta familia quebrantada en la escuela de Diios había mucho trabajo esperándoles. Ser creyente no es vivir sin dificultad, pero la fe te sosttiene cunaod la estás pasando: 2Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.

Visitando a uno sfamiliares en el Sur de Finlandia, conocí una iglesia evangélica que se llama “Libre” y marcó una nueva etapa en mi vida.

Como ya he mencionado, los tres primeros años de mi fe los viví en un ambiente protegido. Por ejemplo: Me lavaban la ropa, me sentaba a comer a mesa puesta y el dinero que ganaba no era muy importante porque podía vivir sin él, no tenía preocupaciones. Seguro que esto fue muy sabio de parte de Dios porque así me pude concentrar en lo importante, reforzar mi vida espiritual. Pero Dios no se habçia olvidado también de enseñarme a vivir. Algún tie po después de haber conocido esta iglesia me entraron ganas de irme a vivir a otra ciudad. Oré mucho y cuanto más oraba más crecía el deseo. Hablé de ello con el dueño de la casa quien pensaba que quizás mi sueldo era muy pequeño. Pero no se trataba de eso, sino dealgo más que el dinero. Quería irme per a la vez me daba miedo. Las ganas de mudarme vencieron al miedo de dejar a esta familia y de coger mayor responsabilidad. Lo que me dio seguridad fue el saber que era la voluntad de Dios.

Otra vez mis pertenencias me cabían en una caja de cartón. Me fui a vivir a un ático y conseguí trabajo en un taller de metal. !Cuánto me costaba preocuparme del trabajo de un solo hombre!. Preparar el desatuno, el bocadillo, hacer las compras, etc. El dinero se me acabó antes de finalizar el mes, la comida se quedaba sin comer… !Menudo enredo se estaba formando!.

Durante el trabajo esperaba que llegara la tarde para ir a la reunión y quizás después continuar la noche en alguna casa. El encontrar mi lugar en la iglesia me ayudó a encajar la rutina y esta nueva etapa de indepndencia.

Un predicadro dijo una vez: “bien hacéis si después de un día de trabajo tenéis fuerzas para venir a la iglesia”. Yo le contesté: “sin las reuniones, sin la palabra de Dios y sin la comunión de los santos no tendría fuerzas para trabajar”. A mí la iglesia no me robaba la energía sino que me la daba. Esta nueva etapa me animó más que antes a orar y a estudiar la Biblia. Buscaba un lugar más cerca de Dios, sabía que el débil se puede sentir seguro cerca de Él. La presencia de Dios cubría la falta de un hogar. Con su ayuda estaba al nivel que las personas normales tienen como punto de partida hacia la vida, que era, vivir, trabajar, preocuparse de uno mismo, ser persona o una persona entre las demás personas. Había recibido mucho, la vida y la Vida Eterna.

Aún con todo esto, algo me faltaba, algo tan grande que ¿acaso me podía pertenecer?.

JOSÉ ORERO:

Cuando más agotado estaba ya de soportar tanta injusticia, tanto sufrimiento, tanta persecución… !llegó por fin el d´´ia en que, siguiendo el hilo de mi Princesa (aquella Ariadna a la que yo llamaba Lina y que era mi esposa) no lo pensé mucho, auqnue reconozco que pasé algunas noches en vela, y me decidí. Estaba acertando aunque yo no losabía. Nadie me ayudo a dar el paso adelante; todos los falsos compañeros me decían que era una bobada salir hacia lo desconocido; mis amigos no me atyudaron tampoco y enton ces, yo solo, tuve que negociar la salida con los avarientos banqueros. Sé que me robaron mucho dinero… me llmaron loco y hasta que dijeron que era echarle demasiado valor a aquello que los amigos consideraban una equivocación y un rieso innecesario. No sabían que era lo que estaba soñando desde lo siete años de edad. No. Existe una canción que dice: “si tú me dices ven lo dejo todo”. Lo dejé todo y me fui con mi Princesa y mis dos hijas.

También esxiste un dicho popular que dice: “Nadie es profeta en su tierra”. Y yo quería cumplir mis otros sueños: !Aún me quedaban tres suelos por cumplir en i vo9luntad humana!. No sólo habiá tenido ya una hija, sino dos. Me faltaba escribir un libro, ser periodista y plantar un árbol. Era necesario alcanzarlo saliendo de aquel laberinto infernal a pesar de que, por ello, me robaron tanto dinero. No me importó. Cojí mis libros, cojí mis hojas blancas, cojí mis bolígrafos y sólo les dije !adiós!. !Salí por fin del laberinto!. Allá, en las Américas, llegaría la ocasión de alcanzar el triunfo.

Sé que de todos los amigos, amigas, compañeros y compañeras, que tanto estaban a mi lado cuando tenía dinero ahora sólo me quedaban tres: doscompañeros y una compñaera. Fueron los tres únicos que me invitaron a comer en un restautrante para despedirse de mí y me regalaron un mecher dorado. Eran Arribas, Parrondo y una chavala de la cual no recuerdo nada pero que mi imaginación la transformaba en mi propia Princesa pero con otro rostro, otro cuerpo y otra sonrisa… !cómo tantas veces había ocurrido en mi vida!. Años después gfue cuando escribí en su recuerdo: “tener un amigo verdadero es una fortuna; tener dos amigos verdaderos es un tesoro; tener tres amigos verdaderos es un milagro”.

Me fui y me dije a mí mismo: algún día volveré a mi patria española con el triunfo y el éxito obtenidos. Me fui por una larga temporada de años pero sólo lo hice para poder cumplir con mis sueños y ayudar a mi Princesa a cumplir los suyos. Por eso le escribí una carta a Andre´s donde, recordando a Juan Marsé, le decía: “Si te dicen que caí algún día volveré”.

Ya había salido de aquel laberinto infernal y aunque había batido el récord de inasistentes en una comida de despedida de cualqueir empleado o empleada supe quer eran tres solamente pero tres verdaderos. Mejor tres amigos verdaderos que mil falsos como tuvieron otros en sus despedidas.

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