Tengo la sangre de un niño
tatuada en la piel, la
lágrima ingrata
no me deja
ver.
El arma se calla, se pone a correr.
La bomba ensordece,
que vamos a
hacer.
Un gran nigromante
la invita a pasar y
viene la muerte,
no quiere
esperar.
Recoge a aquel niño
lo va a devorar, su
traje de espanto
le quiero
arrancar.
Cuando abre su boca, tremenda,
el niño lo logra
besar.
Se esfuma la parca gritando,
con el nigromante
colgando a
su par.
El niño ya erguido
comienza a
jugar.
Un ave brillante
se pone a
llorar.
No es ave, es un Ángel
que triste que
está.
Retorno del sueño,
tendré que
esperar.
Que venga el Querube
la muerte aún
está.