“La vida humana es la entrada a la máscara. La vida, el mundo, lo que hace del hombre que sea hombre no es, como se piensa, revelarlo y realizarlo, sino taparlo; taparlo hasta destruirlo como dijo Ramón Gaya. Ante esto María Zambrano propone una utopía irrenunciable: el desprendimiento de todas las máscaras. El desenmascaramiento del personaje hacia la persona, Asumir la vida que nos tocó vivir.
Y cuando se asume de veras, entonces hay que inventarse a sí mismo, crearse rehaciéndose. Esto supone rescatar la esperanza de la fatalidad, pasando por la cuesta de la memoria. Traer a la luz el logos sumergido de lo olvidado. Acción ética, verdadera; vencer esa oscura resistencia que el hombre ofrece a la luz y todo ello a través de su historia y de su soñar. Nacer a sí mismo como persona donde el corazón simboliza la indecible profundidad del hombre interior.
Despertar del sueño en el viaje a lo humano. Claudio Rodríguez propone: muerde la dura cáscara, muerde aunque nunca llegues, hasta la celda donde cuaja el fondo.
Ahora bien, en ese proceso donde se va cuajando el fondo se destila una luz gracias a la cual tal vez se pueda vivir sin andamiajes ni programas, ni repertorios”.
(María del Carmen Piñas Saura, en Pasividad Creadora, Murcia, 2007).