Violista en penumbras de la vida
Así, el joven desgastado, por el angosto camino que había llevado acabo a lo largo de sus últimos días. Entró por el portal, bello libro de realidades soñadoras en mano y haciendo un esfuerzo por abrir otra puerta que se interponía entre él y su supuesto lecho de reposo, tendió la mochila y se despojó de su peso para sacar la llave y adentrarse en la penumbra de su hogar deshabitado, por la falta de sus padres, únicos ocupantes de la casa desde la partida de su hermana. Al entrar, no encendió la luz, como hubiera hecho cualquier persona, esperando que esta respondiese iluminando el camino que debería de recorrer, sino que la dejó apacible en su estado de oscuridad absoluta.
Esta, le recordaba su estado actual. Situado en un camino lúgubre y por el que se veía obligado a caminar, daba cada paso como el más importante, seguro en parte, debido a las veces recorridas por ese mismo camino, pero temiendo a su vez que en esta ocasión su mente no dibujase con exactitud los obstáculos que le precederían o debido a que el poco tiempo en que se hubiese ausentado, pudiesen haberse catalogado cambios influyentes en su desplazamiento, también igual que en su vida misma.
Llegó a el ordenador sin necesidad de tientas, esperando que la conexión que este le permitía con otros, sirviera en esta ocasión para desahogar sus penas en estos terceros. Aun a sabiendas de que su padre le había predicho que a partir de este día no tendría esta ventaja, como ya he dicho, ir a comprobar esta afirmación fue su primera acción al entrar en la habitación. Suponiendo las verdades contadas por su padre, y antes de poder comprobarlo, (pues la palabra de su padre era de fiar siempre, tanto para bien como para mal. Antes muerto que incumplir una promesa) ya había comenzado a desahogar sus penas con uno de tantos amigos inertes de vida, pero no de alma. Su viola, un instrumento, no tan famoso como debiera, pero si tan magnifico como en su tiempo lo definiesen, pues aunque no crease música, cuyo caso no era. Permitía a un buen transmisor llorar, no llorar por los ojos como el cuerpo ya deseara, sino reflejarlo en el alma de la viola y que esta, con su sonido entre armónico y estridente, con un sutil movimiento de vibrátono expresara la pena y melancolía de una persona en un desdichado llanto, que se empeñaba en no salir.
Tanto tiempo paso tocando, que se olvido ya de sus vanas esperanzas por ese otro desahogo que las tecnologías le brindaban, pero por no dejar recaer su pena, quito de su visión esta tentación, dejando una pantalla con un fondo desolador, de un bosque tan sumido en la oscuridad como su alma avivado tan solo por el color de la sangre que daba color a unas hojas caídas.
Siguió “tocando” como diría en otros momentos, pero esta vez y como desde hacia cierto tiempo, ya no tocaba. Tocar un instrumento, es saber reflejar una serie de sonidos ya preescritos en él, pero en esta ocasión y en muchas anteriores que le habían maravillado a él mismo, sustituía este “tocar”, por un “hacer música” ya no eran reflejos de otros, eran sus propias invenciones, tampoco eran ya sonidos fríos habidos de calor sentimental. Estos estaban cargados de sentimientos de historias que se cuentan en susurros de llantos que se frenan al contacto de un hombro humano, de fabulosas historias fantasiosas… Era una peculiar maravilla.
Recorrió inspirado, por no se que musa, cada rincón a primera vista inexpresivo de su hogar, en la que tanto tiempo (aunque mucho menos que la mayoría) había pasado. No dejaba de tocar, pero tampoco dejaba de pensar y entre más tiempo pasaba tocando una misma composición, más tiempo seguía proyectando imágenes en su mente. Quiso liberarse de las cuatro paredes que encarcelaban su sonido para dárselo a la noche recién llegada, a los astros y cuerpos celestes que tan insignificante le hacían verse. Pero el hecho de querer que esto fuera un secreto entre él y la noche le hizo frenar este impulso pues pudo observar al salir al jardín que los vecinos, aunque sin la singular habilidad que se requiere para advertir algunos sentimientos en la belleza del arte musical, podían oírle y con tal brote de impulsos reflejados con tanta bravura hasta un animal carente de racionalidad podría contemplar los sentimientos que con esta daba a expresar. Así que se resigno a volver a su cárcel dorada a seguir expresando sentimientos que era uno de sus hábitos más queridos a pesar de que a veces conllevaban expresar dolor y otros sinónimos inteligibles, que por su gran cantidad no expresaré, pero esta vez en otros modo, la música había sido apabullada por la represión al no haber podido seguir el instinto básico de sus impulsos, dando paso esta vez a las palabras. Una forma que personalmente considero menos vivaz sino es en poesía en comparación con la música, incluso la poesía podía quedar algo rezagada. Pero no carente de toda calidez, aportaban ideas sin sentido que no llegaban a ningún lado, pero que al pasar la vista por tales palabras despertaban en uno varias opiniones, las cuales sopesaban que ni corto ni perezoso cualquiera que lo leyese podía ser mas romántico o más expresivo de lo que era por tendencia, hecho que reconforta al escritor al no solo haber servido para su propia causa sino, ayudar, así a cualquier amante de las pasiones extremas.
De esta manera el violista en penumbras, volvería a la música, para dedicar su composición a alguna estrella.