Tan solo un pequeño bolso como único equipaje le esperaba en el suelo del pequeño recibidor de aquella casa en la que había vivido tantas emociones y desengaños a la vez. No necesitaba nada más, llegó al lugar vacía, y sin carga marchaba.
El día de su llegada vio el cielo abierto, vislumbró luces de colores en todas las estancias. La armonía y el entendimiento eran la base y el sustento del lugar.
Pronto diese cuenta, de que, tan solo era un escaparate todo aquello, poco a poco fue descorriendo las cortinas para ver la realidad que se ocultaba tras ellas.
Dolor, mucho dolor sintió su corazón. Entregó todo lo que poseía durante el tiempo allí vivido.
Nada se llevaba, no podía quedarse un día más entre aquellas paredes, se sentiría atrapada de por vida.
La hermosa melodía que sonaba de fondo en el lugar no hacía más que envolverla, atraerla, atraparla entre sus notas y apoderarse de su mente.
Haciendo uso de una fuerza de voluntad inimaginable, tomó su bolso y sin volver la vista atrás, salió rumbo a otro destino.
Un golpe de aire fresco heló unas lágrimas que danzando presurosas, rodaban por sus mejillas.