Una vida consagrada
al dulce anís y al tinto…
el abuelo que descansa
en medio de aquel recinto.
Los niños juegan… y le cansa
tanta luz y tanto mirto
que, en la tapia de la casa,
crece junto a un jacinto.
Lleva el abuelo en su cinto
unas monedas de plata.
Y ronronea la gata
que cría a su gatito.
A los niños les encanta
jugar mientras ha escrito,
un poeta llamado Tito,
algo que otro canta.
“¡Que tire ya de la manta
la vecinita del quinto
pues a mi ya no me espanta
navegar en un barquito!”.
El que escribe se levanta
cuando se escucha el grito
de una señora ya harta
de aquel poeta bendito.
Y en el patio se destaca
un pequeño angelito
que juega a la petanca
con su pobre abuelito.