Y te recuerdo en la memoria de mis dedos cuando escribo tu nombre en las estrellas; en este anochecer de soledades, donde la cama está fría sin tu cuerpo, cuando las horas de mi reloj se vuelven un lento recordar ese ayer en que reías. Y te recuerdo en la memoria de mis dedos cuando rozo las sábanas vacías y el frío se cuela por la ventana, se enrosca en la humilde bombilla de la buhardilla y me aprieta las venas con su concierto de música de jazz. Y te recuerdo en la memoria de mis dedos cuando tocan las teclas de la computadora y empiezan a computar números imaginarios que van desde el alfa hasta el omega y, desde allí, se lanzan al infinito recuerdo de tus rojos labios.
Y te recuerdo en la memoria de mis dedos cuando rasgan las cuerdas de la guitarra con su canción de silencios… cuando la luna brilla sobre la almohada del cansancio, la fatiga y este seguir escribiendo en el aire sílabas sueltas. Y te recuerdo en la memoria de mis dedos cuando escriben el siempre penúltimo poema amoroso de la noche: Solo existe la luz de tus ojos en este sentir / en este estar soñando con el alba de los sentimientos / en este quedar dormido con la mano acariciando tu rostro y tu cabello / en este no morir jamás sino en el interior de tu corazón.