Quiso ser amiga del tiempo pero no pudo ser porque era imposible. Ella iba de equivocación en equivocación. Más por delante de él… así que entró en su automóvil, encendió el motor y puso la radio. La voz de un poeta (que no era Pablo Milanés) le estaba dedicando una canción: “Esto no puede ser no más que una canción,
quisiera fuera una declaración de amor, romántica sin reparar en formas tales
que pongan freno a lo que siento ahora a raudales. Te amo, te amo, eternamente te amo. Si me faltaras no voy a morirme, si he de morir quiero que sea contigo, mi soledad se siente acompañada por eso sé que a veces necesito tu mano, tu mano,
eternamente tu mano.
Cuando te ví sabía que era cierto este temor de hallarme descubierto, tú me desnudas con siete razones, me abres el pecho siempre que me colmas de amores, de amores, eternamente de amores. Si alguna vez me siento derrotado, renuncio a ver el sol cada mañana rezando el credo que me has enseñado
miro tu cara y digo en la ventana: Yolanda, Yolanda, eternamente Yolanda”.
Ella sabía bien que no la había compuesto para ella pero que se la dedicaba a ella. y entendió el mensaje: “un hombre no es un hombre sino sabe respetar a quien es un hombre”. Entonces dedujo con total claridad. Cataluña no era más que un falso sueño en su vida: ni un niño que no sabe ser un hombre ni un hombre que no sabe ser un niño” (escuchó decir al poeta por la emisroa de la radio). Apagó la radio. Puso el motor en marcha y se marchó hacia Holanda; por ejemplo Armsterdam…