Al paso

Me gusta el pan con tomate,
admirar la madera del boj
y, sin mirar el reloj,
tomar tazas de chocolate.

Observar bien el contraste
del andar del caracol
y, a la luz de un farol,
oír del gitano su cante.

Me gusta mirar adelante
cuando leve caminante
me dora la luz del sol

y siempre de buen talante
me gusta ser traficante
de los versos de arrebol.

La noche de los búhos

En medio de la espesura danzaban los nubiles unicornios alrededor de la fogata, mientras el resto de la tribu, con los cascabeles de las serpientes venenosas enrollados en sus duras tobilleras, convulsionaban de espasmos la noche cerrada bajo la luna llena. Soplaba el viento y se oía el rumor de las hojas ulular como centinelas. Un aullido de fantasmas enloquecía el ambiente.

Nigorán, el robusto y burlón griot de la camada, había predicho, auscultando los amarillentos huesos del podrido elefante, que los dioses mandingas desencadenarían una feroz tormenta para saciar la sed de los rebaños; pero Nigorán se había equivocado ya en demasiadas ocasiones como para ser perdonado esta última vez. Sigue Leyendo...