Tangenciales

Posiblemente Adán y Eva también comenzaron así, dentro de un automóvil lanzado a toda velocidad y sin frenos, que bajaba la cuesta de las decepciones sin ningún ocntrol hasta que pudimos internarnos entre los vegetales de la sinceridad hundiendo el motor en el tronco de una encina certera y que nos reclamó la verdad de nuestras intenciones. Al menos ese fue nuestro origen, al borde de un abismo sentimental donde todos los días se despeñaban los perros antes de llegar a la real ciudad de sus ilusiones. Sin embargo, no fue imaginario nuestro nacimiento sino que, en la venta de los gatos madrileños, cuando los canes todavía no se habían suicidado y la poesía, la novela y el teatro de nuestros días existencialistas se mitificaban uniéndose entre sí en una hoguera luminosa donde todo el tiempo era impaciente y casi divino; allí donde la viudita naviera que nos quería ver cosidos con letras a los pergaminos de su casa nobiliaria, se había refugiado trasladando su máquina tejedora para entrelazar los hilos de nuestro destino. Y para ello, para unirnos una vez salvados por la encina milagrosa donde su Santa Elena inventó la veracruz… nos ofreció un ramo de uvas moscatel acompañado de aquel moreno pan de la sierra que sabía a almendras y un cantarillo de espeso vino tinto y comarcal con el que nos devolvió a la vida. Sigue Leyendo...