A flor de tierra, amante, entiérrame.
Que siga reflejándos en mis ojos
el atardecer lejano del Oriente
tamizando, eternamente, color rojo.
A flor de tierra, amante, entiérrame.
Y arrójame semillas amarillas
para que, pasado el tiempo, reproduzcan
las flores que me sirvan de sombrillas.
A flor de tierra, amante, entiérrame.
Y cuando ya mis huesos sean menguados
riégalos, en acción rotunda y dulce,
con los pétalos de mil lirios morados.
Y entre el rojo del atardecer,
el amarillo de los girasoles
y el morado de los lirios…
enamorado he de ser,
descansando entre las flores,
por los siglos de los siglos.