Conjuro contra la derrota

Cuando tengo miedo, cuando el miedo
Se apodera de mí
Con su cara egoísta y sus ojos
De mala fortuna
Yo me hago un paracaídas
Entonces
Vuelo, salto, yo grito
Y la gente que siempre me regala sus ojos
Que confía en mi canto y en mis sueños
Se ríe y goza y me aplaude
Entonces me acuerdo que esto es una batalla
Que la vida misma es una batalla
Y que la primera carcajada
Despertará al payaso
A ese que a veces llevo dentro

Somos tú y yo…

Somos tú y yo, otra vez de nuevo cuerpo a cuerpo y frente a frente Liliana, intentando comprendernos sin tener más motivos que querer seguir viviendo nuestro propio romance. Somos tú y yo, Princesa, con nuestras lógicas diferencias y a veces inconexiones pero esforzándonos cada día más en seguir entendiéndonos nuevamente y repetir expresiones de vida ahuyentando fantasmas de muerte. Somos tú y yo siguiendo juntos el camino. La solución no es nueva. La aprendimos bien. No es cuestión de hacernos concesiones voluntaristas sino seguir sintiéndonos unidos en algunos momentos de soledad y en algunos momentos de compañía… Sigue Leyendo...

¿Y cuándo nos equivocamos?

Se supone que siempre queremos acertar en todo aquello que nos proponemos realizar día a día pero… ¿qué ocurre cuando nos equivocamos infelizmente con algún ser humano que esperaba mucho más de nosotros?. Duele. Duele profundamente saber que no supimos estar en el momento adecuado o que no le dimos a quien nos pedía nuestra ayuda aquello que en realidad necesitaba. Duele hacer daño sin querer. Y duele tanto que a veces nos sentimos solos, tremendamente solos cuando queremos conciliar nuestro ánimo bajo… y quizás no nos podemos poner a pensar que la solución es intentar reaccionar positivamente porque en esos momentos la tristeza nos aturde tanto que sólo quremos llorar en silencio, alejado de todo y de todos, sin darnos cuenta de que quizás lo mejor es buscar consuelo con otro ser humano que comprenda nuestra tristeza por el hecho de habernos equivocado sin querer. Es la tristeza. Esa impotencia que nos queda al darnos cuenta de que hemos fallado sin querer. La tristeza amarga de haber defraudado a alguien que esperaba algo de nosotros, algo más que nuestro torpe error. Somos humanos. Somos imperfectos. Pero duele profundamente reconocerlo… y solo nos queda esperar que ese alguien a quien hicimos daño sin querer nos pueda comprender y perdonar… Sigue Leyendo...