D…..uele….lección de vid…a
O….espacio, agujero, apertura, vid.
Lanzada….en el costad…..O, sangre/vino.
O….círcul……O………ebri….O.
R….risa, rosa, rueda, rasga, rasg………..O….¡oh!
Archivo por días: 17 enero, 2006
Monólogo de Borges con Minotauro
¡Me estás observando…mónstruo del Mal, criatura de los laberintos, creación del Miedo y de la Ira! ¿No sabes que estoy ciego? Antes pude ver y mis ojos descubrieron la literatura como el gran teatro del Mundo. Sé de ti, mónstruo infernal, porque vives en los libros y eres parte del conocimiento universal. Tu centro es el mismo que los transgresores de la ley, los dictadores que usurpan reinos, los débiles vestidos de militar y espada en alto, los torturadores de la inocencia…ese es tu centro y esa es tu imágen. Picasso te adoró, no por tu centro, sino porque cualquiera de nosotros puede hallarte, encontarse en tu misma piel, adornarse con tu misma monstruosidad, atravesando laberintos sin límite. Soy un simple escritor, alguien que se abstrae para ser naturaleza de silla, cuerpo de libro, mente sublimada. Me has devorado muchas veces, incluso me has mostrado el camino de la confusión, pero no he caído en tus fauces de Toro, de Cronos taurómako…¿Mi gran decepción? No…no creo que sea la usencia de fama; al contrario…Obtuve mi ceguera como única oportunidad de no ver mi imagen en los espejos, pero escribí sobre ellos. devoré las cadencias del tango, bailando con mi soledad y simulando ser Dios. ¿Los ángeles? Los ángeles siempre han estado sosteniéndome los libros, y susurrándome infiernos que calmaran mi sed de sabiduría. ¡Tú eres, MInotauro…la única ocasión de regresar al mundo, de metamorfosearme en ti y esperar a Teseo!
Unas cervezas
El bar estaba abierto de día y de noche. Su continuidad era el recurso de todo, el hogar acogedor de mil borrachos, de mil amigos, de conversaciones inevitables sobre la vida y la injusticia. En la barra estaba Adrián, un chaval del barrio que había cumplido los dieciocho. Llevaba el pelo teñido de rubio y un par de aros en las ortejas, como si fuera un pirata de cualquier Caribe. Servía en silencio. No miraba a los ojos. Parecía presentir la intensidad contínua del ruído del bar. Le pillé un día leyendo a escondidas. Era un libro de baudelaire, las Flores del Mal. Al verme se asustó y guardó el libro bajola barra. Abrí mi libro y le pedí una cerveza. Me la puso con cuidado, sin mirarme a los ojos, sin decirme nada. Al poco rato alguién entró borracho y comenzó a insultarle. Adrián se asustó. Era como una de esas flores de Baudelaire, sólo que no tenía esa inocenciano perdida de algunos adolescentes. Alguien se acercó al borracho y le sentó en una silla. Adrián seguía callado, como si todo el bar fuera el infirerno de sus desdichas. Vi que su libro se estaba mojando en el suelo. Lo recogí y lo sequé con unpar de servilletas. Al entregárselo, me miro. Sus ojos parecían dos espejos, claros y difusos. En su mirada no existía aquél lugar, tan sólo un libro de poemas y una circunstancia.