Lágrimas que no limpian mi alma
Sino que se la lleva,
Se escapa por mis ojos mismos
Quedándome sin nada.
Pensé que esta agua limpiaba
Que se llevaría el polvo acumulado
Lloré hasta cansarme, ¿y que me dejó?
Una cara oculta de polvo.
Cuanta suciedad que tenia,
No se como pudo aguantar tanto,
Yo la quería y ella me quería
Pero en un descuido, la liberaron mis ojos.
Archivo por días: 29 mayo, 2006
Junto al acantilado
Miró al horizonte. El mar se extendía a sus pies. Una suave brisa emanaba de él, meciendo sus largos cabellos de manera casi armónica. También hacía volar sus lágrimas.
Su leve vestido blanco no le servía de abrigo aquél amanecer. Le daba igual, pues ni aunque se hubiera cubierto con la más gruesa piel habría dejado de sentir aquél frío. Ya que no era la brisa ni el rocío lo que congelaba su alma, sino su corazón, que había muerto.
Él había marchado en un barco años atrás. Prometió volver, como tantos y tantos maridos hicieron a su vez. Ella le despidió desde la rada, aquella en la que, cuando eran niños, se escondían del mundo para encontrarse ellos mismos. Pero ahora ella se quedaba sola, anclada a un mundo claustrofóbico del que jamás hubiera podido salir.
Quiero subirme a ese barco…
Quiero subirme a ese barco
Que se ancla en tu pecho
Y sentir el balanceo
De sus olas en movimiento.
Navegar dentro de ti
Hasta llevarme mar adentro
Guiándome por el timón
Que lo maneja el sentimiento.
Eleva bien alto las velas
Que el viento me arrastre bien lejos
Corriendo el riesgo de subir la marea
en suspiros profundos e intenso.