Con los ojos cerrados, sin luz, sin precisión de día o noche,
se aletargan las sensaciones y se percibe una nada posible.
Con los ojos cerrados se palpan los grumos de la pared
en un lenguaje para eternos ciegos de tacto.
Suena, en la lejanía, un imperceptible sonido de auroras.
despierta la sinceridad y se arroja a la tierra como tapiz de hierba.
Los pies descalzos palpan el soporte de la penumbra,
de lo eternamente presente en la ceguera.
Nadie sabe rebatir el ala que se eleva su vuelo
y la arcadia es un mito que sonroja la percepción.