Tiene cara de niña, seguramente lo sea, su tez es blanca y bella, aunque la pena y el dolor máximo se la desfigure, tiene cara de buena probablemente también lo fuera.
En sus manos plata y fuego, caen hasta el suelo, después de ser clavadas en su corazón como puñales. Dos hileras de lágrimas caen por sus redondas mejillas, ya casi secas.
Un ojo vuelto y el otro cerrado, uno mira al cielo negro el otro se rinde ya, su encrespado pelo cae sobre el brazo que se apoya en la fría calle, su cuerpo se mantiene entre la pared y el suelo meado por lo perros de los vecinos.
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