Cuando sea viejo y cansado, cuando mis párpados se entrecierren como una constante y mi cuerpo soporte apenas el ritmo del tiempo, cuando las noches sean en un abrir y cerrar de ojos y los días sean eternos, me sentaré aquí, en este banco por la mañanas y leeré, como siempre hube de hacer, quizá para desatender mi ermitaña existencia, quizá para enfrascarme en una historia de la que nunca fui parte y siempre añore.
Y miraré al banco de enfrente y al silencio que me rodea, y por un momento pensaré por qué nadie me envuelve a su vez con su silencio ni me rodea, con cariño eterno, con sus brazos.
Y diré entonces a la nada,