No sé cómo nos las apañamos, pero siempre que salimos a cenar fuera acabamos en uno de esos restaurantes andaluces, fenomenales por otra parte en cuanto a gastonomía, en cuya decoración entra como condición de obligado cumplimiento el tema taurino en forma de cabezas de toro disecadas, fotos de toreros, alternativas, paseíllos, orejas cortadas, vueltas al ruedo, salidas a hombros y saludo a las autoridades.
No te fastidia.
John Hoyer Updike (18 de marzo 1932 Shillington, Pensilvania) es un importante escritor estadounidense y autor de novelas, relatos cortos, poesías, ensayos y críticas literarias, así como un libro de memorias personales. Es grande su fama como “cronista del adulterio suburbano” (“Un asunto que,” escribió en una ocasión, “si bien yo no lo he agotado, sí me ha agotado a mí”).
Estoy leyendo un libro suyo, “Lo que queda por vivir“, que es un compendio de relatos cortos y que me está gustando mucho. Sensacionalmente traducido por Maria Luisa Balseiro. Cito a continuación un pasaje de uno de esos relatos, “Hermano Cigarra”: Sigue Leyendo...
Andy dejó de golpear la piel al descubrir entre la masa a una joven que le miraba de manera diabólica y espasmódica, como si en un trance se hallara. La chica era Marta Rubens y se ajustaba la chaqueta, ¿se marchaba? Sí, se iba. Abrió la puerta, le miró con ojos desorbitados destellando indignación y salió dejando la puerta entornada a modo de reclamo, o eso creyó él. Tenía que alcanzarla.
Andy dejó de golpear la piel al descubrir entre la masa a una joven que le miraba de manera diabólica y espasmódica, como si en un trance se hallara. La chica era Marta Rubens y se ajustaba la chaqueta, ¿se marchaba? Sí, se iba. Abrió la puerta, le miró con ojos desorbitados destellando indignación y salió dejando la puerta entornada a modo de reclamo, o eso creyó él. Tenía que alcanzarla.
Andy López era uno de los que sobrevivieron a la “Generación Perdida”. Casi todos los amigos yacían bajo frías losas o caminaban sin reflejos, babeando por los pasillos de psiquiátricos estereotipados.
Ciertamente, reconocía su suerte, aunque solía dudar de ella.
“Mentehumana Stres Band” dieron un recital de canciones de culto para a continuación dar paso a los frutos de su propia cosecha, lo hacían francamente bien. Auténticos profesionales no consagrados por los medios del Marketing.
Cristian “El Púas”, tocaba la guitarra desde los siete años, lo suyo era vocacional. Llevaba púas por los bolsillos, de todos los colores y formas. En casa tenía una amplia y extensa colección… de ahí el mote. Sigue Leyendo...
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