A las nueve de la mañana, empezaron a llegar los alumnos acompañados por los padres o parientes de éstos. Venían de diversos lugares, algunos de muy lejos, la mayor parte eran de Barcelona. Al bajar, algunos niños se saludaban y hablaban efusivamente de sus vacaciones.
-Estos son del curso anterior- pensó.
Los había tan perdidos como él mismo, miraban todo con ganas de llorar. También llegaban vehículos particulares. El patio de entrada se llenó de fiesta, consejos, saludos y elogios, todo a gritos como si fuera el principio de una batalla.
Un niño no quería soltar la mano de la madre, costó casi media hora calmarle, pero la tensión quedó flotando.