Juan de Dios López llegó al pueblito en mitad de un Enero inusualmente frío. No era normal que en pleno verano estuvieran disfrutando de unas temperaturas tan bajas.Tanto, que más de uno tuvo que echar mano de rebecas, frazadas y mantas desempolvadas para mejor pasar el rigor de las noches. Tiempo después, muchos achacaron aquella extravagancia climatológica, a la inesperada aparición de Juan de Dios.
Las gentes que estaban sentadas en los bancos de la plaza, vieron a Juan de Dios arrastrando un carro en el que llevaba un par de maletas y algunos enseres, pocos, como todo equipaje. Saludó sacándose el sombrero y nadie le respondió, desacostumbrados como estaban a la presencia de forasteros.