Nunca antes en la historia de la política un hombre ha representado una esperanza tan tangible, tan palpable en las manos no solo del pueblo estadounidense, sino del mundo entero.
El escenario mundial caminó junto a Obama en su largo recorrido rumbo al éxito electoral, y hoy no lo abandona al entrar por fin en la Casa Blanca.
La fiebre que ha desatado el primer presidente negro es inigualable. Ancianos, jóvenes, niños, blancos, negros, latinos… todos lo conocen. Es la unificación y la esperanza de un pueblo abatido por los golpes de la guerra, derrumbado económicamente. Es la encarnación del verdadero sueño americano.
Los factores que hacen posible el fenómeno son múltiples. Es la necesidad del héroe después del villano. Año tras año la población americana ha visto a su gloriosa nación perder, poco a poco, su posición de poder frente al mundo.