Tengo en mi pecho encendida
una verdad que se asoma,
con su fuego me encandila,
con su llama me provoca.
Son tus palabras amor,
las que acarician mi alma,
las que me llenan de dicha
de sueños y añoranzas.
Un susurro trae el viento
cuando a mi ventana te asomas
y dices con sentimiento
“Eres mi amada, mi Rosa”
Un perro juega con las olas,
Y ellas espumeantes contestan.
Salta de roca en roca,
Dejándose salpicar!
¿Qué buscan con tanto afán,
Tus ojos, dime perro,
En el fondo de la mar?
Tu cuerpo listo y erguido,
Indagando el tesoro,
Que yace profundo y misterioso.
Me paseo por distintas páginas de escritores parecidas a Vorem. No son iguales que este lugar, todo lo contrario. Son lugares donde impera el color, las imágenes proliferan por doquier. Te incitan a registrarte en ellas, pero todo ese “lujo” que hipnotiza no tiene la magia que tiene el blanco y negro de esta aldea.
A la larga se van marchando los usuarios de alguna de esas páginas. Pertenecí a una de ellas y me dí cuenta de que tanto color y luminosidad solo sirven para que afloren envidias y celos. Son lugares demasiado cercanos, como una pantalla de televisión en la que algunos de los que allí “viven” se ven, se alaban, se adulan y el ego y la vanidad pululan absorviendo las mentes de algunos de sus componentes. Al final los que están allí solo para compartir, escribir y leer sin ánimo de destacar, terminan marchando del lugar. Una verdadera lástima. No quiero decir con esto que todo sea malo, al contrario, hay de todo como en botica. Sigue Leyendo...
Más allá de ese límite sublime
de las nieblas y el viento desolado
existen las verdades derivadas
del vivir pendiente del Destino.
Un camino pleno de existencias
en medio del marítimo paisaje
y una alondra de vuelo sin retorno
pautando las parábolas del aire.
Más allá de ese punto suspendido
en el alma del viento huracanado
la paz del alma se vislumbra
en el alba del todo amanecer.
Una ruta de sentires perviviendo
en la paz y el amor de los segundos.
Arthur cruzó rápidamente la calle. Un automóvil estuvo a punto de atropellarle… pero, milagrosamente, Arthur dio un salto hacia adelante. Un salto que había aprendido en los gimnasios de las escuelas especializadas para Agentes de la Interpol. Se levantó del suelo y corrió hacia la puerta del Salón Tesauro en donde se encontraba su amigo Paúl.
– !Felices mis ojos!. !!Estás vivo!!.
– ¿Es que acaso tenía que estar muerto?.
– Pasaban los minutos y pensé que te había sucedido algo grave.
– Algo grave sí sucede aquí… pero no a mí sino a otras personas.
– ¿Cómo es eso?. Sigue Leyendo...
– Arthur, ahora nos toca resolver un aspecto de suma importancia.
– ¿De qué importancia me hablas?. ¿Qué es?.
– Sólo te pido que tengas todos tus reflejos en perfectas condiciones. Toma el fusil ametrallador.
– Te advierto, una vez más, que yo no soy como tú. Si tengo que disparar disparo.
– Lo sé. Por eso cuento contigo.
– Para todo, Paúl, para todo.
– Bien. !Ustedes, señoritas, no se asusten!. ¿Hay aquí algún comedor?.
– Sí. Hay un comedor -dijo Andrea.
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