Yasuní (Cuento Japonés)

El joven Yasuní se descalzó las sandalias y entró en el templo más antiguo de Kobe, el templo shintoísta de Ikuta. Fundado por el emperador Jingú muchos años antes, fue construído por orden del Gran Poderoso Dios Wakahiru-me (El Sol Naciente) y superaba con mucho a los templos de Hirota (dedicado a la Gran Diosa Ama-terasu, la Diosa de la Luz) y de Nagata (dedicado al Gran Dios Ebisu, el Dios Pescador).

Toda aquella pesada carga de Dioses del Panteón Japonés le aplastaba materialmente el cerebro al joven Yasuní, el hijo del viejo samurai Nikoto Nakajima. Sigue Leyendo...

Una sola pregunta para Shakespeare.

– ¿Ser o no ser, Míster William?.
– Ser. Solamente, ser, Diesel. Siempre únicamente ser. El no ser no existe. La verdad es que he perdido mucha parte de mi tiempo vital haciendo preguntas a la calavera humana. En realidad, ahora puedo comprender que siendo es la única manera y forma que tenemos de existir. Ya lo dijiste tú en algunos de tus textos. Estoy de acuerdo. Mi pluma, tan celebrada en todos los países del mundo, no llegó nunca a responder esa clara respuesta. Ahora sí. Ahora entiendo. Ahora comprendo. Ahora sé, por fin, cuál es la respuesta. No debería habérselo preguntado a la calavera de la Muerte sino al espíritu de la Vida. Ese espíritu que tú tantas veces transmites en tus reflexiones cotidianas. Sigue Leyendo...

Los grises tonos de Virginia (Londres/Virginia Woolf)

Virginia Woolf escribe una especie de tiempo transcurrido bajo el parámetro de la monotonía existente entre la soledad y la falta de soledad de la persona. Destacan los rincones del alma gris de los londinenses. El silencio de la lluvia callada, que es como un palacio de existencia para las compañías silenciosas. Los elegantes anfitriones de la literatura de Virginia se convierten en simples chismes de sociedad. Siempre el mismo “vos mintiendo con vuestra flema” parece criticar Virginia Woolf en estas páginas. Grupos. Pequeños grupos de selectas palabras sencillas convertidas en fantasmas de la moda lingüística. Fulanito, menganito, zutanito y perenganito hacen esto y aquello. Buena crítica social la de Virginia. Sigue Leyendo...

El Tesorero (reedición)

… pensó en el mar y se ideó una sirena a la que llamó Atuona; siguió pensando en el mar y construyó una barca a la que puso por nombre Tahití; y en un amanecer sediento, cuando las luces del puerto alumbraban libélulas en forma de gaviotas de multicolores vuelos, se embarcó hacia el infinito …

El abuelo Adolphe Lessile “El Lobo”, cerró el libro y sentó al pequeño nieto Caspar Lessile “El Tesorero” sobre sus piernas. El niño quería conocer la historia y el abuelo, que fumaba tabaco en pipa, acarició el cabello de Caspar. Sigue Leyendo...