La lluvia está que cae, por su propio peso lo hace. Nadie se lo ha enseñado, no ha ido a la Universidad para aprehender a desenvolverse, ella se deja caer por su propio peso.
Siempre lo hace en la misma dirección, cae y cae, y meteorológicamente deja de hacerlo, misteriosamente deja de hacerlo.
La lluvia antes de cesar, siempre espera ese instante en que nadie coincide, nunca busca hacerlo a gusto de todas, ni de todos. En eso es una Maestra.
La lluvia, no siempre, pero si a veces, es brutal, a veces cruel, malvada, salvaje, a veces in-solidaria, no tiene razón, a veces es insuficiente, a veces excesiva. Pero siempre sincera, insoportable-mente sincera. Cueste lo que cueste.
Archivo por días: 1 noviembre, 2010
El vino añejo de la amistad.
La vida se ha convertido en una vorágine de inaplazables premuras. Un transitar de aspiraciones individuales y colectivas que nos llenan de afanes permanentes (a veces hasta esperpénticos) donde proyectar nuestros anhelos y la ineludible necesidad (muchas veces creada de manera aritificiosa y no precisamente natural) de apresar oportunidades. Y todos corremos como locos con la voluntad de superar obstáculos.
En este maratón en que se ha convertido la vida (una especie de MAPOMA infernal) es muy importante y necesario para nuestra salud mental darnos pausas para vivir y valorar adecuadamente el mundo de nuestras relaciones interpersonales. Es ese entorno de los amigos y las amigas. Un vino añejo que nació en una caverna de la prehistoria (a la luz de un fuego ardiente) y que sigue su existencia a través de millones de años.
isobo 52
Reclino la cabeza sobre la almohada y miro al techo. Un silencio de 52 minutos que se van alargando hasta que, al rozar la hora del sueño, un hada misteriosa, un rayo de luna que ilumina en su pelo, toca con su varita mágica la atmósfera de la habitación. Sueño. Millones de seres humanos, en diferentes lugares de la Tierra están trajinando en los campos o caminando por las calles de las grandes ciudades donde el cláxon de los automóviles me es totalmente desconocido. Estoy profundamente dormido y mi isobo ha quedado esperando en el puerto a que me despierte para salir a navegar. Yo, en estas horas prolongadas por el espíritu laboral trabajo con mi imaginacíón. Pero soy ajeno a lo que está ocurriendo en Filipinas, Malasia y Ecuador. Quizás hasta haya alguien que, desesperado, esté huyendo de sus fantasmas bebiendo alcohol en alguna bodega.