La próxima vez que me mires
así, te comeré el alma.
Y la voy a esconder
en mi rincón de azul
así lo tiñas todo de Laura*
Lo peor del amor cuando termina
son las habitaciones ventiladas,
el puré de reproches con sardinas,
las golondrinas muertas en la almohada.
Lo malo del después son los despojos
que embalsaman al humo de los sueños,
los teléfonos que hablan con los ojos,
el sístole sin diástole ni dueño.
Lo más ingrato es encalar la casa,
remendar las virtudes veniales,
condenar a la hoguera los archivos.
Era un jardin florido de rosas.
El pfincipito las miro todas se parecian a su flor.
Y se sintio muy desdichado. Su flor le havia contado que era la unica de su especie en el universo. Y he aqui que habia cincomil, todas semejantes, en un solo jardin.
Luego se dijo aun: ” me creia rico con una flor unica y no poseo mas que una rosa ordinaria”
Entonces aparecio el zorro.
Aprendí a andar con las luces apagadas para subir hasta el sexto piso (quinto más bajo porque a veces hay quinto más bajo en las casas de Madrid). ¿Por qué apagaba yo las luces en mitad de la noche para subir los seis duros pisos de escaleras de piedra?. Por ver si era verdad que los fantasmas existían para austar a los pacíficos. Y descubrí que los fantasmas huían mientras yo iba, despacio, muy despacio, subiendo los escalones en medio de la oscuridad contando continuamente mis historias a la luna. Por eso aprendí que ser hombre consiste en no temer a los fantasmas que se esconden en las escaleras de los peldaños de piedra.
La casa está encendida. Ya ha pasado abril. Entre las rimas de un cuaderno de poemas, el poeta ha contenido el corazón en su eterno diario de resurrecciones. Piensa en Cervantes y la libertad. Escribe. Escribe con el sentimiento del desengaño de las poesías barrocas y el falso lirismo. Está, en su sencillo cuaderno, toda su poesía reunida allí. Bajo la luz de la bombilla a donde acuden las moscas por ver qué escribe él. Como si las moscas supieran leer…