Con la ternura de mis dedos toco
las últimas rosas. Caen sus pétalos,
perdiéndose en la marabunta del asfalto,
como apresurados besos perdidos por las nubes.
Y queda, la esencia luminosa de su cálido verano,
el recuerdo de espacios de soledad,
y algún desesperado deseo de ser aire.
Estas mismas manos que tocan los días,
y acarician las horas, como inagotables
mensajeros de la luz.