El gato se me queda mirando, tranquilo y sereno vigilante mientras escribo este texto, el animal atento. Abre sus pequeñas fauces, bosteza, se relame, se acomoda aún más sobre el cojín, blandengue, cómodo. Por unos segundos panza arriba para ser acariciado así se acaba de posicionar, el animal sigue atento.
El gato se levanta, se arquea como el perfil de una luna media que asciende por la montaña invisible, luego baja un poco el lomo y se marcha caminando con elegancia y buena suspensión independiente en las cuatro patas, no de palo, pero sí pata de pelo; mamífero discreto, sin hacer ruido se retira a beber agua fresca del recipiente a temperatura ambiente, muy cercano bajo la ventana a la sombra el agua y su recipiente.